Las cámaras legislativas son acreedoras de la vitalidad del sistema democrático. Sus miembros son el resultado de una elección popular, y se entiende que los diputados y senadores representan el sentimiento más auténtico del pueblo dominicano.

El Senado y la Cámara de Diputados son dos organismos constitucionales de gran importancia. Su eliminación rompería totalmente con la democracia de cualquier país, y la experiencia ha sido más que palpable cuando presidentes elegidos democráticamente eliminan las cámaras legislativas. Esos presidentes terminan en prisión, como pasó en Perú con el señor Alberto Fujimori, y como ha pasado en muchos otros países en los cuales presidentes democráticos cometieron el error de poner fin a un ejercicio legislativo que resulta irreemplazable en cualquier esquema de elección popular.

Los diputados y senadores no son, por ello, un dechado de virtudes ni tienen la conciencia del esquema de representación en que se sustenta su elección. En realidad una gran cantidad de los legisladores dominicanos se representan a sí mismos, o representan a su familia y muy especialmente a sus intereses. Aunque son electos en una lista de un partido o de un grupo de partidos, esa elección depende mucho del clientelismo, de la capacidad económica del candidato y de los manejos y negociaciones que el mismo pueda realizar para alcanzar la posición.

A veces no basta ser dirigente de un partido. Con ser popular, con ser cómico, cantante, comunicador, rifero o poseer una gran fortuna que se puede emplear en la compra de votos, es suficiente para conseguir el cargo. O compensar debidamente al que era candidato el idóneo, con unos cuantos millones, la posición es alcanzable. Las obediencias partidarias, los principios éticos, la representación de los intereses de los votantes no cuentan al momento de decidir por qué votar y por qué no votar, cuando se está debatiendo temas de importancia social, económica o política.

Es el gran problema de la representación congresual provincial (senadores) o la representación de diputados por circunscripciones. No se representa a los electores. Es una debilidad del sistema democrático. Es un serio problema de los partidos políticos en República Dominicana y en cualquier otro lugar del mundo. Esa debilidad tampoco justifica la eliminación del Congreso, como pretenden algunos. Hay quienes aspiran a un congreso unicameral. Preocupa sin embargo, la gran cantidad de personas que se expresa a favor de borrar el Congreso de nuestras instancias de decisión democrática.

Senadores y diputados han sido catalogados como los políticos menos serios y menos trabajadores. Hay quienes dicen que son los más corruptos. Aprueban leyes que no conocen ni discuten, no llegan a profundizar en los debates, no hacen informes adecuados a sus electores, no rinden cuentas. Y lo peor es que no asumen con responsabilidad su rol cuando se trata de aprobar piezas legislativas fundamentales.

Algunos legisladores, incluyendo los que tienen responsabilidades burocráticas, ni siquiera articulan bien un discurso o una presentación. Y hay aquellos que al momento de hablar evidencian su analfabetismo. Pero hay de todo, y entre los senadores y diputados tienen que haber una multiplicidad de formaciones profesionales y experiencia práctica. Es una pura representación del pueblo, en donde también hay de todo. Lo bueno y lo malo de la sociedad dominicana.

Desde hace algunos años se realizan estudios de cultura política en la República Dominicana. La Pontificia Universidad Católica Madre y Maestro fue la responsable de esos estudios, en los que cada cinco años se ofrecía un cuadro con los niveles de credibilidad de las instituciones dominicanas. Y el rango de menor credibilidad y de menor apoyo siempre fue el Congreso Nacional. Habría que repetir algún estudio con este aspecto, y es muy probable que siga la misma percepción, porque las críticas a los legisladores sigue siendo muy contundente.

Será difícil revertir ese aspecto sin una modificación o readecuación del sistema político y del sistema electoral. Mejorar la calidad del Congreso requerirá un proyecto con visión y poder de decisión. Luis Abinader ha designado personas para trabajar en la reforma del Congreso. No hacerlo sería permitir el deterioro de la democracia.

Hace falta recuperar la credibilidad y la honorabilidad de los congresistas. Con los que están sería complicado conseguir algún avance. Las críticas no tienen que cesar, pero el Congreso debe tener algún plan para mejorar su calidad, los resultados de su labor y las calidades de sus miembros. Es un trabajo pendiente, y es probable que la mejor manera de hacerlo sea contando con la conciencia de los actuales líderes del Senado y la Cámara de Diputados.