El gobierno, el Congreso Nacional y el Partido de la Liberación Dominicana están empeñados en abrirle la puerta de la reelección al presidente de la República, Danilo Medina.
El Comité Político del Partido de la Liberación Dominicana se reunió el 19 de abril y emitió una decisión, y el 29 de mayo, sin reunirse, firmó a unanimidad un acuerdo de 15 puntos, en los que se pacta la convivencia de dos fuerzas hegemónicas en esa organización, pero que reivindica el derecho de Danilo Medina a la reelección.
Para viabilizar ese derecho, había que cambiar la Constitución de la República. Y así se hizo en ambas cámaras con la aprobación de la ley de convocatoria de la Asamblea Nacional Revisora de la Constitución. No hubo inconvenientes legales o políticos, y el sábado se reunión en primera sesión la Asamblea Nacional y aprobó por amplia mayoría la modificación del artículo 124 de la Constitución.
El viernes 12 se reunirá la Asamblea Revisora de la Constitución, por segunda vez, para refrendar lo que ya se hizo en primera lectura.
El país, como consecuencia de estas decisiones del Comité Político del PLD, se encuentra embarcado de nuevo en una reforma de la Constitución para posibilitar que un presidente se reelija.
Previamente se modificó la Constitución en el 2010, para que el entonces presidente concentrara más poder, y se modificó en el 2002 para abrir las puertas a la repostulación del entonces presidente Hipólito Mejía.
Joaquín Balaguer ayudó a concebir una Constitución en 1966, después de la guerra civil, que permitía la reelección presidencial. Y se mantuvo en el poder por 12 años.
Antonio Guzmán fue presidente con una Constitución que permitía la reelección y se suicidó antes de finalizar su período de gobierno, aunque ya con un candidato de su partido electo para las elecciones de 1982.
Salvador Jorge Blanco fue presidente de la República con una Constitución que le permitía la reelección, pero no se repostuló, porque su partido era fuerte y existían líderes como José Francisco Peña Gómez, Joaquín Balaguer y Juan Bosch, que no iban a permitir que algo así sucediera.
Sin embargo, la reelección y el interés del presidente en incidir en quién podría ser el próximo presidente hicieron que Joaquín Balaguer retornara al poder, y se reeligió con fraude en 1990, y con fraude en 1994. El primero a Juan Bosch y el segundo a Peña Gómez.
Se pactó entonces un cambio en la Constitución, en 1994, y se prohibió la reelección presidencial, se creó el Consejo Nacional de la Magistratura, para elegir los jueces, y se permitió el voto de los dominicanos viviendo en el exterior.
Ese pacto debió mantenerse, pero no fue así, porque en el 2002 el gobierno del PRD, con Hipólito Mejía, cambió la Constitución tratando de buscar la reelección. Falló, perdió el proceso electoral y retornó Leonel Fernández, ahora con reelección, a la presidencia.
Leonel utilizó todo el poder en sus manos, se reeligió, y quiso quedarse en el 2012. Pero vino Danilo Medina con un discurso antireeleccionista, prometiendo que seguiría haciendo lo que estaba bien, que no haría lo que estaba mal hecho y que haría lo que nunca se había hecho.
El presidente Medina, parco de palabra, hombre de acción, no pudo evitar el desenfado continuista, que atropella toda la institucionalidad democrática y que pervierte a los demócratas, porque en sentido general resulta inevitable no poner el presupuesto nacional al servicio de la causa política que el presidente y su equipo consideran justa y necesaria: la continuidad de la obra de gobierno.
El reeleccionismo es una tradición y una maldición en la sociedad dominicana, desde que nació la República.
Los Trinitarios y otros liberales que les acompañaron hicieron aprobar una Constitución el 6 de noviembre de 1844, en San Cristóbal, no reeleccionista. Hubo presiones de toda índole, incluyendo un cerco militar contra los asambleístas que votaban la primera Constitución.
Pedro Santana, Tomás Bobadilla y Buenaventura Báez, los políticos conservadores, deshicieron ese proyecto de Constitución de inmediato, y declararon traidores a la patria a los Trinitarios.
Pedro Santana, quien cercó la Constituyente de 1844, burló todo aliento democrático e impuso un artículo 210 con plenos poderes para hacer lo que el presidente quisiera, sin mayores consecuencias. Terminó anexando el naciente país independiente a España.
Buenaventura Báez se enfrascó en un reeleccionismo que lo mantuvo por cinco períodos breves como presidente, y también desató una guerra. Ulises Hereaux (Lilís) llegó como anti-reeleccionista y se desentendió de su compromiso con el Partido Azul y con su líder, Gregorio Luperón, e instaló una dictadura que terminó con su muerte el 26 de julio de 1899.
Horacio Vásquez se instaló en el poder en 1924, con las tropas interventoras de los Estados Unidos aún en el país, y quiso extender dos años a su período de gobierno, y optar por la reelección, pese a que no le correspondía. Había sido electo con una Constitución que prohibía la reelección. La ambición rompió el saco en este caso, y de aquel fatídico episodio salió tremendo alacrán: la dictadura de Trujillo, quien gobernó con manos ensangrentadas durante 31 años.
La reelección ha sido una tragedia en la historia dominicana. Y cuando ha sido reelección por ambiciones personales, por deseo desmedido y ostensible del poder, ha terminado como tragedia. Duarte, Los Trinitarios, Luperón, Juan Bosch, José Francisco Peña Gómez, Manolo Tavarez Justo, Francisco A. Caamaño, y otros como ellos, rechazaron la reelección.
Es una reflexión que se deberá hacer, en especial por los reeleccionistas que desean la historia los trate bien o los recuerde como demócratas.