Este lunes el director de la Policía Nacional, Ney Aldrin Bautista, confirmó a los medios de comunicación que el raso de esa institución Nieves Luis Sierra Gómez está implicado en el asalto y la muerte de un alumno de la Universidad del Caribe (Unicaribe), que estaba a horas de graduarse de licenciado en Educación mención Física y Matemáticas.
El director de la Policía Nacional precisó que el raso Nieves Luis Sierra Gómez ya ha sido cancelado y puesto a disposición de la justicia. Toca ahora al Ministerio Público probar ante un tribunal los hechos que se le imputan al agente policial.
Cuando casos como el citado se convierten en noticia de impacto nacional se hace evidente que, pese a la Ley Orgánica de la Policía Nacional 590-16, que data de dos años, no se ha avanzado lo suficiente en el proceso de reforma de nuestro cuerpo policial.
Los años van y vienen y siempre se apela al desacreditado relato de los "intercambios de disparos". Y ya nadie se sorprende de los escándalos en que se ven involucrados algunos policías.
Cuando un agente o un alto oficial policial viola la ley -"mancha el uniforme", suelen decir los propios hombres y mujeres del orden- los más avergonzados e indignados son los policías de verdadera vocación, los éticos, los honestos; esos que deben de hablar en voz baja sobre los males de su propia institución para no exponerse a una reprimenda, una sanción y hasta la expulsión. Ejemplos hay muchos.
A raíz de la promulgación de la ley en 2016, los especialistas advirtieron que esa legislación dependía de un gran número de reglamentos (21 en total), lo que la hacía de difícil aplicación y cumplimiento.
De esa legislación muy poco se ha vuelto a hablar, y de la suerte de los 21 reglamentos nadie se acuerda.
En consecuencia, por más esfuerzos que se lleven a cabo desde el Ministerio de Interior y Policía, y desde la propia Dirección General de la Policía Nacional, materializar en acciones prácticas y en políticas públicas esa maraña de reglamentos no es una tarea fácil.
Además, las legislaciones sin los recursos económicos y humanos necesarios resultan imposibles de poner en marcha. Las metas que se supone se deben alcanzar con una ley terminarán por resultar imposibles.
Por eso muy poco ha cambiado en la Policía Nacional. Los métodos de enfrentar la delincuencia común siguen siendo los mismos de siempre. Los años van y vienen y siempre se apela al desacreditado relato de los "intercambios de disparos". Y ya nadie se sorprende de los escándalos en que se ven involucrados algunos policías.
En esas circunstancias la ciudadanía termina por perder la confianza en su cuerpo de policía, y recurre a sus propias soluciones para enfrentar la delincuencia. Preocupa la frecuencia con la que se están dado casos de linchamientos de supuestos o reales delincuentes comunes a manos de ciudadanos víctimas de la inseguridad. Es muy peligroso que la gente decida imponer justicia con sus propias manos.
Mientras tanto, el país sigue esperando por la anhelada reforma policial profunda, la República Dominicana se merece y necesita una nueva policía.