La primera víctima de la temporada ciclónica 2011 es un joven de 28 años, que murió aplastado en un barrio pobre de Santiago, paradójicamente llamado Villa Liberación. Se trata de Ramón Alberto Hernández  Chávez, oriundo de Cotuí, provincia Sánchez Ramírez.

Las lluvias comenzaron a provocar preocupaciones desde muy temprano. La empresa Barrica Pueblo Viejo debió detener sus operaciones para enfrentar el crecimiento desmesurado de la presa El Llagal.

La abundancia de lluvia en diversos lugares del país es una buena noticia porque esas aguas contribuyen con la agricultura y con elevar el nivel de las diversas presas hidroeléctricas en todo el territorio nacional. Las lluvias son una bendición.

Sin embargo, los niveles de pobreza en que se encuentran millones de personas en los barrios pobres y marginados de todo el país, muchos de los cuales se ubican en los cauces y a orillas de los ríos desaparecidos o en proceso de extinción, son un dolor de cabeza para los técnicos del Centro de Operaciones de Emergencia.

A la gente no le gusta salir de sus casas, pese al peligro que corren cuando cae mucha lluvia, porque temen perder sus ajuares. Otros sencillamente piensan que no es tal peligro de las lluvias y que más peligro corren por las actuaciones de los delincuentes y depredadores.

Es un dilema. Vivir en condiciones de marginalidad, en casas mal construidas, es un peligro. La muerte del joven Ramón Alberto Hernández  Chávez, precisamente, se produjo porque se derrumbó la casa en donde se encontraba. La base de la casa era de gomas viejas de automóviles.

La marginalidad y la pobreza, más que las riadas provocadas por las lluvias, son el mayor peligro. Algunos ríos están infectados por el cólera, y ese es otro elemento de peligro en estos momentos. La labor que hay que realizar es titánica: orientar a la gente de que tomen medidas de protección, de que salgan de sus hogares si las lluvias aumentan, es una proeza en manos de las autoridades de la Defensa Civil y de los demás órganos de socorro.

Estas son de las crudezas de la realidad social dominicana que los políticos no alcanzan a ver, más allá del período correspondiente a la temporada ciclónica. Una verdadera prioridad nacional postergada y relegada siempre. Pese a ello, los organismos internacionales tienen recursos dispuestos para el país, y las decisiones políticas no avanzan, las planificaciones no se producen, mientras los pobres y marginados desconocen las opciones que podrían tener para ayudarse a sí mismos. Lo que falta es la acción y la voluntad de las autoridades.