La convención Empresarial del 2011 concluyó la semana que concluye con un vigoroso discurso del presidente del Consejo Nacional de la Empresa Privada, Manuel Diez Cabral, que refleja los extraordinarios avances de conceptualización y mentalidad que el empresariado y el país han experimentado en los últimos años.

Es ya un avance muy grande que Ligia Bonetti, joven empresaria, presida la Asociación de Empresas Industriales y que Manuel Diez Cabral, otro dinámico joven, esté al frente del Conep. Sus puntos de vista son modernos y lucen atractivos. Son portadores de una visión exigente sobre la República Dominicana del futuro. Nos solidarizamos con sus expresiones y aquí les dejamos algunos de sus planteamientos:

Las nuevas generaciones de dominicanos que están creciendo en la era de las redes sociales no van a aceptar a un sector empresarial que haga las cosas de la misma manera de siempre, y mucho menos a un liderazgo político que no entienda las nuevas realidades nacionales e internacionales. El poder social es una realidad que gravita sobre todos los sectores hoy en día.

Este año el mundo se convulsionó en maneras inesperadas. Simples ciudadanos usando “Twitter y Facebook” tumbaron dictadores en Túnez, Egipto y Libia. En España, grupos de personas unidos bajo el lema de los “los indignados” ocuparon plazas a nivel nacional en protesta por el mal uso de la democracia y en la India la campaña de un hombre contra la corrupción se volvió “viral”, llevando a miles a las calles en forma de apoyo.

Este poder social está también migrando al mundo corporativo. Estamos entrando en una nueva era de individuos empoderados que usan modernas tecnologías y las redes sociales para organizarse. La mayoría de esta gente son personas sencillas que están utilizando estas herramientas para hacer que se escuchen los temas importantes para ellos y para exigir respeto. Hay un cambio en el paradigma del poder y su manifestación.

Sin embargo, no me cabe la menor duda de que las organizaciones sociales públicas y privadas, gobiernos y empresas, en los países en desarrollo y aun las de los países desarrollados, se encuentran poco preparadas para este nuevo esquema de poder social. La mayoría de las compañías de hoy en día no saben lo que se escribe en las redes sociales. Muchas ni siquiera hacen una búsqueda en Google sobre ellas mismas. Sin embargo, cualquier persona que va a buscar un trabajo en una empresa, es lo primero que hace.

El acceso a la información, su democratización, es un cambio crítico en el poder social. Anteriormente líderes políticos, económicos y sociales eran los que disfrutaban del poder de la información. Hoy cualquier ciudadano puede estar tan informado como ellos, gracias a las redes sociales.

En este nuevo mundo, gobiernos, empresas y líderes en general tendrán que mostrar transparencia, autenticidad, justicia y buena voluntad. De lo contrario, las consecuencias serán rápidas y en algunos casos hasta violentas. Sin embargo, contrario a lo que piensan algunos, todos estos cambios abren la posibilidad de un futuro esperanzador para los países, sociedades y empresas que sepan acoplarse con rapidez a este nuevo esquema social. El mundo, cada día se está convirtiendo en más democrático y más espejo de la voluntad de las grandes mayorías.

La primera década del siglo XXI debió ser, para República Dominicana, una etapa de transición consciente hacia un modelo de desarrollo económico y social que nos permitiera garantizar una mayor calidad de vida, un mejor desarrollo humano para nuestra nación y un crecimiento permanente de nuestros sectores productivos.

En algunos aspectos, especialmente en el orden económico, esto fue así. Pese a la crisis interna causada por las quiebras bancarias de los años 2003-2004 y a la crisis financiera internacional y sus repercusiones en las economías locales de los años 2007-2009, República Dominicana logró crecer. Incluso, puede afirmarse que las crisis externas no hicieron sufrir tanto nuestra sociedad como otras crisis en el pasado. Nuestra economía, a diferencia de otras de países más desarrollados, sufrió, pero no cayó en un profundo descalabro.

Sin embargo, nuestro crecimiento tiene mucho de paradójico. Mientras exhibimos un incremento promedio anual del PIB de 5.7% durante la primera década de este siglo, en el orden social hemos retrocedido en salud, calidad de la educación, seguridad ciudadana, competitividad y la generación de empleos formales, entre otros indicadores.

Hago alusión a la década pasada porque, como expresó el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Luis Alberto Moreno, esta década que recién hemos empezado puede considerarse como el momento en que los países de América Latina, incluyendo el nuestro, realicen saltos que nos permitan estar en los primeros lugares entre los países de la región y, por qué no, del mundo.