Las instituciones que trabajan a favor del bienestar de la niñez dominicana deben sentirse regocijadas ante el anuncio de la puesta en marcha por el Consejo Nacional para la Niñez y Adolescencia (CONANI) de la “Hoja de Ruta Nacional 2015-2018 para la Prevención y Eliminación de la Violencia contra los Niños, Niñas y Adolescentes en la República Dominicana”, auspiciada por importantes instituciones públicas y privadas y elaborada con el apoyo técnico de UNICEF.
Se trata de un proyecto nacional, consensuado entre actores públicos como los ministerios de Educación, Salud Pública, Trabajo, de la Mujer, Procuraduría General de la República, y actores de la sociedad civil: Acción Callejera, CONEP, Muchachos con Don Bosco, Visión Mundial, Plan International, entre otros. Se propone combatir la violencia infantil, así como las secuelas que siempre dejan en los infantes las distintas formas de maltrato.
Esta propuesta coloca a la República Dominicana como actor de un plan global, concretado a nivel regional, para hacerle frente a la violencia en contra de niños, niñas y adolescentes. Forma parte de una estrategia de las Naciones Unidas que permite darle más visibilidad a los dramas causados por los abusos contra una de las poblaciones más vulnerables, y procura coordinar esfuerzos, cooperación y recursos para trazar metas con resultados evaluables y cuantificables.
Las Líneas de acción de la Hoja de Ruta giran en torno a varios ejes estratégicos que se pueden resumir en hogares, familias, escuelas y comunidades libres de violencia, con objetivos que permiten ampliar y fortalecer los servicios de detección, atención, recuperación, restitución de derechos y reintegración de las víctimas de la violencia en la familia. Incluyen también actualizar el marco legal para prohibir explícitamente el castigo corporal en el ámbito familiar.
No deja, sin embargo, de ser un documento para un mundo ideal que todavía está lejos de ser el ámbito en el que los menores de los sectores marginados se desenvuelven. Si bien ha habido mejorías institucionales a nivel macro en los últimos años, no es menos cierto que también ha habido retrocesos y que la violencia intrafamiliar y las demás formas de violencia contra la niñez forman parte de la violencia general que impera en estos sectores y de la violencia enquistada en la sociedad. A pesar de la política de construcción de escuelas la calidad de la educación, tan necesaria para llevar a cabo esta Hoja de Ruta, no ha logrado según los indicadores disponibles, el salto cualitativo esperado en este cuatrienio.
La propuesta que figura en la Hoja de Ruta de cambiar la legislación debe tomar en cuenta que ya tenemos un arsenal de leyes que no se cumplen, tal como la ley 136-03 o Código de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes, cuya lenta implementación ha estado siempre marcada por la falta de recursos de todo tipo y de voluntad política. Si bien puede ser una excelente idea cambiar la ley y atraer la atención sobre el daño que producen los castigos corporales en las familias, una disposición de tal índole será fácilmente burlada y de muy difícil aplicación.
La Hoja de Ruta llega a buen tiempo para recordar que la peor violencia que se ejerce contra la niñez dominicana es la situación de extrema pobreza material y espiritual en la que se encuentran nuestros sectores más desfavorecidos. Asistimos a una falta de empatía, de recursos humanos debidamente formados, de maestros sin los mínimos conocimientos básicos de psicología, así como a una cadena de repetición de los abusos por traumas que no fueron curados y que se reproducen de padres y madres a hijos e hijas como una forma normal y aceptada de crianza.
Muchas de las maestras son mujeres que han sufrido abusos de parte de sus padres, de sus esposos o compañeros. A pesar de esta situación la gran mayoría de las maestras no está en capacidad de detectar los abusos en contra de sus alumnos; más bien realizan otros tipos de abusos: psicológicos, gritos, segregación, cuando no golpes.
Durante una formación para maestras de las escuelas públicas y privadas del sector de Villas Agrícolas que se ofreció en la Fundación Abriendo Camino, salió a relucir que un 65% de las participantes habían sufrido violencia intrafamiliar en su niñez, o violencia de sus compañeros en contra de su voluntad de estudiar o trabajar o por otros motivos, y habían vejado y abusado psicológicamente o con golpes a sus propios hijos. El 15% de ese grupo, se había adherido a iglesias cristianas que le aportaba reconforte y explicaciones a veces muy simplistas a sus actos.
Un 3 % de las maestras dejó de asistir durante varias sesiones cuando la facilitadora les habló de tolerancia y les dijo que no creía en Dios, dejando qué pensar sobre sus habilidades de mantener un pensamiento crítico y objetivo, necesario para educar.
Para poder enfrentar tantos retos y promover un cambio real se necesitan profesionales bien formados, maestros con vocación, psicólogos, trabajadores sociales, magistrados, médicos deseosos de trabajar con amor, dedicación y empatía.