La guerra comercial emprendida por el presidente de los Estados Unidos es un mal presagio para el mundo en un contexto internacional de tanta incertidumbre política y económica. Y el señor Trump tiene serios problemas internos en su país, comenzando por la investigación que involucra a personas muy cercanas a él, que fueron ayudadas por el gobierno ruso en la campaña electoral en la que resultó electo presidente.

Las decisiones del gobierno del presidente Trump atacan fundamentalmente a sus aliados tradicionales más importantes: Unión Europea, Canadá, México y China. Es casi seguro que las decisiones del señor Trump estén poniendo fin al Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte, denunciado en la campaña electoral por el señor Trump como el peor que se haya negociado alguna vez por los Estados Unidos.

México y Canadá ya anunciaron inmediatamente represalias comerciales, con la instalación de impuestos a productos procedentes de los Estados Unidos, por cantidades similares a los montos que representan los impuestos al acero y al aluminio. Unión Europea se prepara para dar a conocer el lunes las medidas que estaría aplicando a los productos estadounidenses. Sin embargo, adicionalmente, anuncian que llevarán a Estados Unidos ante la Organización Mundial de Comercial por aplicar medidas proteccionistas que rompen con las normas de la OMC.

China y Estados Unidos habían estado negociando sus relaciones comerciales, con el propósito de reducir el déficit comercial norteamericano. Estados Unidos anunció impuestos a las importaciones chinas que llegan a su territorio, y China hizo lo propio con los productos norteamericanos.

La guerra comercial parece ser algo que el señor Trump estaría disfrutando. Aplica la estrategia de atacar para lograr mejores condiciones de comercio para los productos de su país en el mundo. El problema es que los acuerdos comerciales que se han logrado en los últimos años tienen componentes políticos, de derechos humanos, vinculados al ejercicio democrático, y forman parte de un escenario de balance estratégico de defensa, con acuerdos multilaterales entre los que se incluyen los de tipo nuclear.

Estados Unidos renunció al acuerdo de control nuclear con Irán, y anunció duras sanciones contra los iraníes si no acogían volver a negociar acuerdos de control nuclear que satisfagan a los socios israelíes, que han estado influyendo de forma decisiva en la política exterior de Estados Unidos. Estados Unidos también renunció a reunirse con el dictador de Corea del Norte, Kim Jong-un, con quien tenía planificado un encuentro para el próximo 12 de junio.

Los apoyos que había tenido antes Estados Unidos en estos acuerdos estratégicos, como son la Unión Europea, Reino Unido y las organizaciones internacionales que trabajan por la paz, sienten cada vez mayor preocupación porque Estados Unidos ha dejado de ser un socio confiable. Estados Unidos también renunció del proyecto acuerdo de comercio del Transpacífico, y renunció a los acuerdos para la protección del cambio climático, conocidos como los acuerdos de París.

Todos estos movimientos de Estados Unidos afectan la estabilidad mundial, ponen cruces cada vez más preocupantes en países con muchos otros problemas, como Italia, que no ha podido formar gobierno pese a sus recientes elecciones, o España, que acaba de aprobar una moción de censura contra el presidente del gobierno, Mariano Rajoy, y este fin de semana asumiría un nuevo gobierno.

En la región de América Latina la crisis no puede ser peor. Colombia tiene que elegir el 17 de junio presidente entre dos extremos, derecha o izquierda. Venezuela está en una crisis de dimensiones dramáticas, y esta semana la Organización de Estados Americanos estará votando una resolución con serias consecuencias para el futuro democrático venezolano. Recientemente Perú destituyó a su presidente, y Chile tuvo un cambio de gobierno, lo mismo que Costa Rica, mientras Brasil está inmerso en una campaña electoral, con un gobierno débil, y con un ex presidente y electo candidato presidencial que se encuentra en la cárcel. Nicaragua tiene una crisis de gobernabilidad dramática, pues su presidente Daniel Ortega se aferra al poder cuando la sociedad está en las calles reclamando su salida del gobierno, lo mismo que la salida de su esposa, que es vicepresidenta del país. Ayer jueves murieron 15 personas en la marcha de las madres de los más de cien de muertos, muchos jóvenes, que reclamaban la renuncia del gobierno. México tendrá elecciones presidenciales el 1 de julio próximo, y los grupos empresariales más importantes de ese país han emprendido una fuerte campaña contra el principal candidato, Andrés Manuel López Obrador, lo que representa un serio desafío democrático para México.

Mientras tanto, Estados Unidos, la gran potencia del mundo, se empeña en encerrarse en un cascarón definido por el señor Trump como la política de America Primero. La incertidumbre no podría ser peor.

En ese entorno la República Dominicana está tomando medidas correctas, como establecer relaciones formales con la República Popular China, y buscar la posición que ya le corresponde en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. La próxima decisión del presidente Danilo Medina, en política internacional, está relacionada con nuestras relaciones con el gobierno dictatorial de Venezuela. Esa decisión será anunciada en Washington en una reunión de la Organización de Estados Americanos. Y en ese sentido, no podemos equivocarnos. Hemos dado mucho, demasiado apoyo, a Nicolás Maduro. Y ese señor no lo merece.

Todo cuanto está haciendo el señor Trump a nivel internacional genera incertidumbre. Él dice que es para mejorar las condiciones de su país, y garantizar su propia seguridad. Sin embargo, es difícil dejar de pensar en la propia incertidumbre que tiene el presidente norteamericano con la investigación que lleva a cabo el fiscal especial Robert Mueller, y que podría terminar poniendo en jaque al gobierno del señor Trump.