Historias como la de Persia Féliz Medina llenan el alma, enriquecen el corazón y dan esperanza y felicidad a los seres humanos que quieren y anhelan vivir una vida a plenitud, sin el tráfago diario, marcado por el stress, la ambición y la búsqueda constante de dinero.
Féliz Medina vive en las costas de Barahona, humildemente con su familia. Su esposo es un campesino que cultiva la tierra. Su casa la habitan desde hace 25 años, y se niega a cercar el patio. No sería igual, dice, porque su patio es precisamente un mirador hacia el mar caribe más bello y exuberante de Las Antillas.
Acento publicó una historia, escrita por Lery Laura Piña, sobre la forma de vida y la filosofía de doña Persia. Tiene apenas 44 años, pero cree con firmeza que la felicidad se la da la forma en que vive, sin electricidad ni otras comodidades, se monta en la cola del motor de su esposo, pero vive feliz, satisfecha, plena, y se alegra cuando los turistas y demás personas que pasan por su casa se detienen para disfrutar de las vistas que le ofrece la naturaleza viva del mar Cribe.
Es una gran historia y una extraordinaria enseñanza la de esta dama, que nos muestra en toda su grandeza el sentido más útil y efectivo de la felicidad. Se vive para ser feliz, para servir a los demás, para no joder al otro, ni hacerle daño, ni robarle, ni matarlo, ni hacerle imposible la vida.
Persia relata que por su humilde casa, y por el lugar en donde está ubicada, han ido a ofrecerle hasta 7 millones de pesos. Y ella se niega. Dice que allí vivirá y allí la sorprenderá su último momento en la vida. Ni Sócrates, ni Aristóteles, ni Federico Nietzsche, ni Albert Camus, ni Borges pudieron dar un sentido más práctico de la felicidad que doña Persia Féliz Medina, sentada en su promontorio de Barahona.
Ahora que hay tantos funcionarios haciendo bultos y ostentación, hablando de que poseen fortunas extraordinarias, aviones, helicópteros, grandes cuentas en dólares en el exterior, el ejemplo de doña Persia es un grandioso monumento de humildad, de riqueza espiritual y humana.
Invitamos a los lectores de ACENTO a leer, lo que no no han hecho, esta bellísima historia de grandeza, de una humilde dominicana de Barahona.