Faltando apenas 5 días para las elecciones municipales algunos aspirantes, en todo el país, están a la expectativa de que se produzca un fenómeno migratorio de votos, o de intención de votos, que afecte esencialmente al Partido de la Liberación Dominicana y sus candidatos a las alcaldías.
Los leonelistas, que son los que tienen más esperanza de que ocurra, han llamado a los votantes silentes “Los aguacateros”, que a viva voz apoyan al PLD, pero que con discreción dicen darán su apoyo al Partido Fuerza del Pueblo.
Nadie los ha podido cuantificar. Son peledeístas, generalmente empleados públicos, o propietarios de pequeños negocios que tienen acuerdos como suplidores con instituciones estatales. No pueden hablar abiertamente de sus simpatías, pero que habrían optado por guardárselas para expresarla en la intimidad de las votaciones, cuando tengan que escoger entre los candidatos del PLD y los de Fuerza del Pueblo.
Los leonelistas hablan de cientos de candidatos suyos que están inscritos en las boletas municipales del Partido de la Liberación Dominicana. Y han organizado los momentos de mayor impacto para desmoralizar al PLD y a sus aspirantes. Un primer momento cuando se instalen como alcaldes y regidores, en abril, y de inmediato harán el anuncio de su marcha hacia el Partido Fuerza del Pueblo. Y un segundo momento, en mayo, antes de las elecciones presidenciales y legislativas, en las que esperan desmoralizar aún más a los peledeístas y perremeistas, porque sostienen que nadie puede ser tan buen expositor como su líder y candidato presidencial Leonel Fernández.
Cada partido y sus candidatos deben sustentar sus propuestas y conseguir el apoyo de los votantes con normas de prudencia y decencia, sin utilizar estrategias engañosas de fidelización, que al final se convierten en adversidad. Las divisiones partidarias y políticas terminan por destruir grandes proyectos de poder. Los llamados “aguacateros” podrían ser una simple incógnita, que tenga su respuesta con un resultado inesperado de las elecciones municipales, y posteriormente las elecciones de mayo.
Ir a unas elecciones confiando en la psicología del votante podría traer respuestas incongruentes. Y hacerlo con la cizaña puesta sobre los hombros de la Junta Central Electoral, cargando cada día más el peso moral que tienen los miembros de ese organismo, tampoco es buena decisión.
Un caso como el que presenta en estos momentos el doctor Leonel Fernández es digno de analizar. Líder de un gran partido, al que abandona, y se lanza a crear un partido nuevo, con aliados que no representan una gran fuerza, requiere de una fortaleza de hierro. A Juan Bosch le llevó 24 años convertir al PLD una opción de poder. A Jacobo Majluta le fue imposible posicionar al PRI como fuerza significativa. Tampoco le fue posible a Peña Gómez con el BIS, ni a Rafael Alburquerque con el Partido del Pueblo Dominicano, y menos a Fernando Alvarez Bogaert con el Partido de la Unidad Democrática.
La historia política y electoral reciente dominicana está plagada de fracasos. Y todas surgieron con la idea de que su líder representaba y encarnaría otra vez las aspiraciones de libertad y prosperidad del pueblo dominicano.