La estridencia parece ser la norma exitosa en esta época. Las redes sociales han dado oportunidad a una gran cantidad de vocingleros para sus desafueros. Y casi todo el mundo escucha o se entretiene con un discurso cada vez más ofensivo y extravagante.

Los políticos han sido los más aprovechados. Aprendieron que en esta época de escasa profundidad, en donde las redes sociales son la vía más idónea para conectar a la gente, todo se puede decir y queda en unas cuantas palabras. Sin mayores explicaciones. Y Donald Trump escogió el Twitter para sus diatribas, lo mismo que hizo Maduro desde Venezuela para sus denuncias, o tomó como ejemplo Jair Bolsonaro en Brasil.

Y hemos entrado en una etapa de superficialidad y de desprecio por la palabra, en especial de parte de quienes debían utilizarla para comunicarse y comunicar sus ideas. Las redes sociales han desplumado el lenguaje, le han quitado seriedad, y los emojis parecieran primar por encima de cualquier imagen que el lenguaje pudiera aportar, y los contenidos se han esfumado quedando el discurso reducido a unas cuantas maldiciones, provenientes de los políticos de derecha o de izquierda en Europa, Estados Unidos o América Latina.

Lo que ha ocurrido lo adelantó hace ya muchos años el poeta León Felipe: ¡Aventad las palabras, quitadle los caireles y las rimas, y si después queda algo todavía, eso será la poesía!

A eso hemos llegado en estos tiempos en que cualquier mentira se convierte en verdad, como por arte de magia. Ayer mismo, Donald Trump, al comenzar la forma de terminar con los incendios de California, dijo que el Primer Ministro de Finlandia le explicó la forma de terminar con los incendios y terminar, como lo ha hecho Finlandia, con el país más boscoso de Europa: Rastrillar los bosques. No es cierto, aclaró el gobernante finlandés, Sauli Niinistö.

“Le conté que Finlandia es un país cubierto de bosques y que tenemos un buen sistema y una red de vigilancia. En cambio, no dije nada de rastrillar”. Cualquier cosa se vale. Y peor aún, ya que mentir genera resonancia, y hasta brinda apoyo, hay quienes van comenzando a convencerse de que mentir es bueno y puede ser un mérito para ganar adhesión. Vladimir Putin lo sabe, y destina muchos recursos para sus mentiras, y hasta para incidir en elecciones de países que le interesa incordiar.

No es extraño que en la República Dominicana comencemos a abandonar las prácticas normales, tradicionales, de la política, para mentir, para alarmar, para entorpecer cualquier debate que busque profundidad, y estropearlo con la estridencia. Total, hace tiempo que en la radio dominicana un comentarista inició la escuela de la estridencia, que le ha dado muchos beneficios y ventajas, además de audiencia, y ha creado una secuela de seguidores que trata de conseguir renombre y apoyo con sus algarabías. No es mucho lo que tienen que enseñarnos desde fuera, si en el patio hemos sido innovadores. Y en esas lides se proyectan con éxito el príncipe Karim y el nietísimo Ramfis Domínguez.

¿Es hacia ese terreno que nos llevan los que gobiernan y trazan la agenda en el debate público?