Las protestas que se realizan en Haití, contra el gobierno del presidente Jovenel Moise, deben preocuparnos. La inestabilidad en Haití sigue presente, pese a la legitimidad del gobierno del presidente Moise, que acaba de cumplir dos años en el poder.
En una gran cantidad de ciudades haitianas, y en particular en la capital, Puerto Príncipe, hay manifestaciones violentas, reclamando la dimisión del presidente haitiano, la condena de los corruptos que se beneficiaron de los fondos de Petrocaribe, y el acceso a productos alimenticios. En las manifestaciones últimas siete personas han sido asesinadas y una gran cantidad de comercios y empresas han sido saqueadas o han tenido que comenzar a pagar “impuestos” de seguridad a los cabecillas de los grupos que encabezan las protestas.
¿Qué tiene esto que ver con la República Dominicana? Nuestra frontera con Haití nos convierte en la vía más expedita para salir de ese país. Cualquier estampida, por más pacífica que sea, puede afectar la zona fronteriza y podría traer una gran cantidad de personas intentando cruzar la línea fronteriza.
El gobierno dominicano ha tomado medidas para evitar que más haitianos crucen la frontera, y todos los días hay deportaciones de nacionales haitianos que son apresados en condiciones de irregularidad en sus documentos en el territorio dominicano. Podría llegar un momento en que el control con los documentos no sea posible, y ello representa un serio desafío para el gobierno y la sociedad dominicana.
A los dominicanos nos interesa el desarrollo de la comunidad haitiana. Mientras más estabilidad política y social tengan los haitianos, mejor será para los dominicanos. Mientras más legitimidad tenga el gobierno haitiano, mejor será para las autoridades dominicanas.
Lo que hemos visto en los últimos días es una masa inmensa de personas arrasando con lo poco que tiene Haití en la parte comercial. El pasado año hubo tragedias y mucho daño al comercio. Haití tiene poca inversión extranjera, poca inversión pública y menor inversión de los propios empresarios de ese país. Las instituciones democráticas no se han consolidado.
La comunidad internacional ha perdido interés por Haití, y en particular Estados Unidos, quien siempre dispuso de políticas de cooperación indulgentes. Los acuerdos de Petrocaribe llegaron con el chavismo, pero las denuncias que ahora existen es que hubo dilapidación de más de 3 mil millones de dólares. Una comisión del Senado de Haití redactó un informe que ahora es reclamado por las masas haitianas, para que se castigue a los señalados allí como responsables.
Al cesar el apoyo de Venezuela, por los votos de Haití en la OEA contra el gobierno de Nicolás Maduro, la ayuda de Venezuela cesó y Estados Unidos no ha sido eficiente en la entrega de apoyo asistencial. Estados Unidos fue quien impulsó al gobierno haitiano para dejar de favorecer con su voto al gobierno de Venezuela. Jovenel Moise está pagando ahora las consecuencias de su retiro del apoyo a Venezuela.
La República Dominicana tiene que proteger su personal diplomático en Haití, pero debe hacer un gran esfuerzo para cooperar con las autoridades haitianas, de modo que puedan controlar las turbas violentas y alcanzar algo de estabilidad. Los propios políticos haitianos deberán poner de su parte y realizar algún tipo de acuerdo nacional que posibilite encontrar un camino que satisfaga las expectativas de la sociedad. Haití tiene ya muchos años en recuperación física y política. Desde el terremoto del 2010 han pasado 9 años, y no hay aliento ni recuperación y el gobierno de Moise es débil y carece de apoyo en la base de la sociedad.
Lamentablemente, la situación interna de Haití es un gran riesgo para la República Dominicana, si no hay entes de diálogo y negociación que posibilite una transición creíble del largo período de inestabilidad que ha sufrido Haití a uno de inicio del despegue de la democracia y el desarrollo. Si muchos otros países han podido conseguirlo, los haitianos podrán también.