Monseñor Francisco Ozoria Acosta se ha instalado ya como Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo, primado de América, y ha pedido a la comunidad cristiana que le corresponde pastorear que ore por él.

Es un sacerdote de origen humilde. Ha sido un obispo cristiano y bondadoso, y como pastor de la Diócesis de San Pedro de Macorís, durante 18 años, se ha destacado por su obra de bien, por su ponderado programa pastoral y por una sencillez que lo coloca muy cerca del corazón de los más humildes.

Monseñor Francisco Ozoria Acosta es un hombre de Iglesia y un pastor con los pies en la tierra. Reconoce que el poder político y económico es algo que podría tentar a cualquier en un ejercicio pastoral. Pero en su caso, promete seguir siendo el mismo. Eso sería muy loable y un extraordinario mensaje para los cristianos de la Arquidiócesis de Santo Domingo, que en los últimos 35 años han tenido que acostumbrarse a un estilo de mando muy vertical y bien articulado al poder y a las ideas más conservadoras.

Francisco Ozoria Acosta tiene por delante un gran desafío: modificar la cultura de mando a la que se acostumbró la Iglesia Metropolitana con Monseñor Nicolás de Jesús López Rodríguez. Y Ozoria tiene conciencia de ello. Conoce el caso y tendrá que trabajarlo con cuidado y tiempo. Tampoco hay que herir susceptibilidades.

“Vengo a esta Iglesia como pastor, no me pidan más, no soy economista, sociólogo ni comunicador, vengo como pastor. Quiero encarnar a Jesús, que conoce las ovejas y da la vida por ellas”. Ese es el mensaje de un pastor eclesial que conoce las dificultades por las que pasa su Iglesia. En particular, que su Iglesia tiene que construir un nuevo espacio de diálogo, con sectores alejados, grupos importantes que decidieron irse, desde años, ante una Iglesia dirigida verticalmente. Y una Iglesia con un discurso conservador, políticamente cuestionable, en confrontación con muchas de las comunidades religiosas que le ayudan en la labor pastoral, en pugna con amplios segmentos académicos, intelectuales, de la sociedad civil y en particular de los grupos de bases.

Monseñor Ozoria tiene que comenzar a construir redes de solidaridad, de apoyo, de entendimiento, de diálogo, que restablezcan muchas de las fuentes de conversación e influencia que tuvo una vez la Iglesia Católica. Tal vez algunos lo han olvidado. Sin embargo, para que la Arquidiócesis vuelva a tener el impacto, el carisma, la influencia, la posibilidad de dialogar con amplios segmentos de la sociedad, hay que tender puentes, abrir fronteras, que se clausuraron o cerraron con una postura que privó a la Iglesia de la condición de árbitro eficiente en muchas oportunidades.

Es probable que con la primera homilía del nuevo arzobispo de Santo Domingo tengamos ya pistas sobre los temas que serán relevantes en la visión que comenzará a circular sobre el trabajo pastoral. El propio Ozoria Acosta lo ha dicho, sobre sus 38 años en labores pastorales, desde que fue ordenado sacerdote precisamente por López Rodríguez:

“Hoy y siempre, los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio. Hay que decir que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres”.

Este mensaje es inequívoco de un nuevo lenguaje, de un nuevo discurso, de una nueva línea pastoral en la Arquidiócesis de Santo Domingo. Y lo celebramos. Salud y larga vida al nuevo Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo.