El inicio de los trabajos de intervención en la emblemática esquina de la Duarte con París debería significar a su vez el comienzo de una prometedora conjunción de esfuerzos de los sectores público y privado.

Es de tal magnitud  la arrabalización de ese lugar de la Capital, que hablar de esa intersección es sinónimo de caos citadino. Es un sitio imposible, en el que lo abigarrado de la informalidad más extrema se une al ruido y el embotellamiento del tráfico para conformar el summun del desconcierto urbano.

La desorganización que se observa en gran parte de la Capital tiene puntos como este cruce de vías, cuyo desenvolvimiento impacta negativamente en el tejido metropolitano, con su secuela de suciedad, raterismo y obstaculización del tránsito.

Como en otras capitales del mundo, sitios como este cruce de vías sirven para que la gente obtenga bienes a módicos precios, lo que no excluye a los turistas, a quienes atrae estos mercadillos populares.

Un sin fin de intentos emprendidos desde el Ayuntamiento del Distrito Nacional no alcanzaron el éxito esperado, y en el que prevalecieron la propaganda vacua y el corto alcance de los proyectos. Esta vez, hay motivos para tener esperanzas de que haya un antes y un después.

Esta primera etapa estará a cargo de la Fundación Acción Emprende y Transforma, mientras que una segunda la desarrollará el Gobierno en el marco de una iniciativa público-privada que forma parte de uno de los pilares de la actual administración.

No pocas soluciones a problemas puntuales como el de la desarrabalización de la Duarte con París pueden y deben ser acometidas con el concurso del Gobierno en alianza con diversidad de núcleos sociales. Después de todo, la ciudad es el reflejo de sus habitantes y, como tal, sus problemas también atañen a sus munícipes.

Los empresarios Juan Vicini y Ligia Bonetti figuran entre los coordinadores del sector privado, y cabe esperar que este emprendimiento sea apenas uno entre varios que promuevan un remozamiento integral en distintas áreas capitalinas.