Cuando se acerca un proceso de elecciones, los discursos de los líderes políticos tienden a apelar a los miedos y emociones de la ciudadanía.
Una población atemorizada o presa de sus emociones es fácilmente manipulable y puede ser dirigida a cualquier propósito de quien se erija en su líder o guía en base a esas artimañas.
Es un lugar común durante las campañas electorales escuchar que lo que se decidirá con el voto es la suerte misma de la República Dominicana, que el país puede dejar de existir si vota a tal o cual propuesta política o candidato.
Pero nunca ha sucedido ni sucederá tal cosa. Esos aspavientos apocalípticos están dirigidos a engatusar incautos.
No es verdad que un partido, que un líder constituya la "salvación de la Patria" y que otro represente "la desaparición de la Patria, el fin de la República".
Ya estamos en la edad adulta, como pueblo, para que nos vengan a tratar como imberbes atemorizados.
Que la población decida con plena libertad, con plena conciencia, si quiere o no quiere votar, tanto en las primarias como en las elecciones generales. No es verdad que porque una persona decida libremente no votar se le deba tachar como un enemigo del país. El voto es un ejercicio de libertad, no una obligación.
Que la población decida con plena libertad si apoya o no apoya a un partido o a un aspirante a cualquier cargo electivo, sin que nadie, absolutamente nadie le presione, obligue o influya en esa decisión libérrima.
Y no es verdad que la democracia muera o viva porque se elija o se rechace alguna oferta de partidos o políticos.