La pandemia de la Covid-19, que se empezó a expandir en el último trimestre del año 2019, se hizo realidad irrefutable a comienzos del año 2021.

Entonces, mientras las voces más autorizadas en materia de medicina y de investigaciones sobre virus advertían de la rápida expansión de la Covid y recomendaban cerrar las actividades que no fueran estrictamente necesarias, los economistas, las academias y entidades como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial pronosticaban una de las peores recesiones de la historia.

En efecto, el 9 de abril de 2020 el Fondo Monetario Internacional (FMI) declaró que la economía mundial entraría en la peor recesión desde la Gran Depresión de 1929, debido a la pandemia. Y advertía que la "recuperación parcial" de la economía talvez se producirá en 2021.

Con la vacunación masiva en la mayoría de los países del mundo, vino la esperanza, y se empezó un lento proceso de reapertura del comercio, la industria y otras áreas de la economía.

La inflación en la cadena de suministro en el mundo también nos afecta, y no sabemos si ese factor negativo externo se reducirá o se expandirá.

En la actualidad son contados los países que mantienen un cierre total o parcial de sus economías. Han vuelto los viajes en aviones y cruceros, se han reactivado el comercio y el turismo a nivel mundial.

No obstante, los rebrotes que se registran en países que habían avanzado mucho en la disminución del número de contagios y de muertes, como Alemania, Reino Unido e Italia, han levantado las alarmas. De nuevo se pondera la posibilidad de volver a las restricciones.

Eso en cuanto a la salud.

El otro problema es que todo indica que ahora es que se están materializando los pronósticos sobre los efectos de la pandemia en las economías.

Veamos:

Los precios de materias primas fundamentales para la industria y los servicios, como el gas, el petróleo y el carbón, entre otras, registran un proceso de alzas sostenidas desde hace meses y no se observan posibilidades de descenso.

El mundo asiste a un proceso inflacionario que afecta a los embarques de mercancías, lo que a su vez encarece la producción de fertilizantes, por ejemplo, impactando también en la producción de alimentos en el campo y en la industria que los procesa.

Un despacho de la agencia EFE, fechado el pasado día 12 de este mes de nombre, advertía que la inflacion que afecta la cadena de suministro presiona los precios al consumidor en EEUU y en Latinoamérica, sobre todo en esta última que es "netamente importadora y depende del comercio mundial".

"Desde que se empezaron a relajar las restricciones a la movilidad y a la actividad económica por la pandemia de covid-19, la demanda de bienes y servicios ha experimentado un crecimiento repentino al que los fabricantes y transportistas no han sido capaces de dar respuesta, lo que ha generado cuellos de botella en distintas partes del mundo, sobre todo en Asia y Estados Unidos", indicaba el despacho de prensa.

¿Y la República Dominicana?

Si bien es cierto que nuestro país ha logrado vacunar a la mayoría de su población, pese a la negativa de sectores a ponerse la vacuna, y ha podido reabrir su economía con una inflación que no se ha salido de control, hay asuntos pendientes.

Durante la pandemia hubo suspensiones masivas de empleados en pequeños negocios que sucumbieron por el cierre. Debemos preguntarnos si todos esos empleos se han recuperado. Si la respuesta es positiva, entonces es motivo para alegrarnos. Pero no debemos de olvidar que los riesgos penden sobre nosotros. La inflación en la cadena de suministro en el mundo también nos afecta, y no sabemos si ese factor negativo externo se reducirá o se expandirá. Es necesario actuar con mesura y evitar los derroches.

El tiempo es para el ahorro, recomendación válida para la administración pública, para la gestión de las empresas privadas, los hogares y las economías personales.