Perú se encuentra en una crisis de su democracia, y hay que poner toda la atención para que esa nación, que tanto ejemplo democrático ha ofrecido a América latina y al mundo, continúe democráticamente y encuentre el sendero de la estabilidad.
Ser presidente en Perú se ha convertido en un serio riesgo, y sobre todo si se cometen faltas morales, éticas e institucionales. Varios presidentes del Perú han salido del poder destituidos por el Congreso, y unos cuantos han tenido que ir a la cárcel. Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala y Pedro Pablo Kucynski están condenados. Alan García se suicidó, y el presidente que organizaba elecciones presidenciales, Martín Vizcarra, fue destituido la pasada semana por “permanente incapacidad moral”.
Establecido el nuevo presidente, Manuel Merino, se iniciaron las protestas, y con apenas unas horas en el poder el empresario debió dimitir por la represión desatada por las autoridades policiales y militares contra los medios de comunicación y contra las protestas. Por lo menos dos personas murieron por la represión policial.
El diario El Comercio, uno de los periódicos tradicionales y emblemáticos de Perú, dijo lo siguiente sobre la salida del poder de Manuel Merino:
Lo ocurrido ayer es un punto de quiebre. Manuel Merino de Lama no puede seguir siendo presidente del Perú. A estas horas es posible que haya renunciado al cargo, pero si no, tiene que hacerlo hoy, o ser removido del puesto por el Congreso de la República, tal y como anunció a la prensa el presidente del Congreso Luis Valdez ayer por la noche. Su permanencia es una ofensa a la memoria de los jóvenes que han muerto anoche. Ya la gran mayoría de sus ministros han elegido renunciar, salvo algunas deshonrosas excepciones. Por dignidad deberían hacerlo todos.
Toca al Congreso de la República, cómplice del descalabro que hoy vivimos, tomar, ahora sí, las decisiones correctas, pensando en el bien del país y ya no en los intereses que han nutrido todo su accionar. Así, se necesita poner en el cargo más alto del sector público a una persona que pueda cerrar las heridas que tenemos abiertas desde hace cinco años, y que esta representación decidió profundizar estos días.
Como es posible observar, la sensibilidad y la adhesión democrática no está juego. Lo que los peruanos están tratando de encontrar es una persona, político o empresario, con la dignidad suficiente para ejercer temporalmente el poder, organizar elecciones, y entregar el mando al presidente electo en las urnas.
El Congreso peruano tiene el serio desafío de encontrar un gobernante idóneo, que cuente con el apoyo de los legisladores y de la población que protesta en las calles.
En las calles se grita abiertamente que ni Vizcarra ni Merino pueden asumir el cargo. Una comisión de congresistas tendrá que encontrar, entre los legisladores, la persona que ejerza el poder.
El deseo es que las protestas concluyan, que no haya más violencia, y que los legisladores atinen en su decisión de encontrar a alguien que fortalezca la democracia. La última lista se conocía anoche en el parlamento y estaba encabezada por la dirigente del Frente Amplio Rocío Silva Santisteban. Si era escogida, se convertiría en presidenta. Una minoría votó por ella, sin embargo, y la propuesta fracasó. Perú tendrá que seguir intentándolo.