La decisión del ingeniero Miguel Vargas Maldonado de fraccionar al Partido Revolucionario Dominicano, luego de que se le declarara perdedor de la convención del 6 de marzo, no luce un ejercicio democrático y menos parte de un esfuerzo para reclamar sus derechos.
En primer lugar, “suspender” como lo hicieron a Enmanuel Esquea Guerrero de la presidencia de la Comisión Nacional Organizadora de la Convención, y en su lugar designar a Andrés Bautista, no tuvo ningún efecto. Los demás miembros de la Comisión, Hugo Tolentino Dipp, Milagros Ortiz Bosch y Quico Tabar, rechazaron la medida y la calificaron como un desacierto, sin efectos para los fines del esclarecimiento que solicita el presidente del PRD, Miguel Vargas Maldonado.
La siguiente decisión resulta más desacertada, pues coloca al grupo del ingeniero Vargas en una actitud maliciosa, disgregadora, desinteresada en que haya una salida institucional a la crisis que ellos mismos han planteado al Partido Revolucionario Dominicano. Se trata de la “expulsión” del PRD de Enmanuel Esquea Guerrero.
El espectáculo que está dando el PRD parece reafirmarlo en una conducta que la sociedad ha criticado y sigue cuestionando en una organización política que ha dirigido y quiere volver a dirigir los destinos del país.
Miguel tomó un camino errático, el menos aconsejado en estos casos, y quiere reivindicar a Horacio Vásquez en su vieja consigna, latente todavía en la política dominicana: ¡Yo o que entre el mar!
Esquea Guerrero ha sido un perreísta de larga tradición. Fue presidente de ese partido y es una de las personas con mayor honestidad y rectitud. A Esquea Guerrero es difícil encontrarle flaquezas y ha sido uno de los perredeístas más apegado a la tradición del líder histórico del PRD, José Francisco Peña Gómez. Para “expulsarlo” han designado a una comisión integrada por desconocidos, gente sin tradición en el PRD, y han reincidido en dar un espectáculo lamentable en una organización política.
En la medida que los días han ido pasando, lamentablemente, Miguel Vargas ha ido consumiendo su imagen, empequeñeciendo su dimensión, achicando su liderazgo, y todo cuanto puede decirse de él ahora es que quiere vengarse de los perredeístas que escogieron a Hipólito Mejía candidato presidencial y no a él.
La siguiente acción ha sido ocupar por la fuerza los locales del PRD, incluyendo la Casa Nacional, y de paso secuestrar por unos minutos, incluyendo amenazas, a las dos secretarias de Enmanuel Esquea Guerrero. La violencia está a punto de desatarse, y ella lo que traerá será la destrucción de la figura política de Vargas Maldonado, quien ha realizado una inmensa inversión en esfuerzo, tiempo, sacrificios y dinero, para colocarse en una posición privilegiada, como la que tuvo, al obtener casi 500 mil votos en la elección interna del PRD.
El ingeniero Miguel Vargas tomó un camino errático, el menos aconsejado en estos casos, y quiere reivindicar la vieja consigna de Horacio Vásquez, muy latente en la política dominicana, ¡Yo o que entre el mar!
Los perredeístas, y de paso quienes desean un ejercicio más transparente de la política en el país, deben hacer un esfuerzo para que estos desmanes políticos concluyan, y que la figura de Miguel Vargas no se consuma y se convierta en cenizas, luego de las llamas que él mismo ha levantado.