Venezuela se enfrenta a una seria crisis de gobernabilidad, como consecuencia de la división en que se encuentra ese país, prácticamente dividido en dos mitades.
Las elecciones del pasado domingo han dejado una preocupación mayor, por un resultado tan estrecho, que favoreció al oficialismo, y que dejó dudas sobre la actuación de las autoridades electorales.
El discurso del presidente electo, Nicolás Maduro, fue muy arrogante y frontal, eliminando toda opción de algún pacto de gobernabilidad. Estados Unidos, España, la Organización de Estados Americanos favorecieron un recuento de los votos, pero el candidato ganador dijo que estaba dispuesto a una auditoría del proceso electoral.
Su proclamación inmediata por las autoridades electorales, y el cierre de la posibilidad de reconteo de votos por las autoridades judiciales, cierra las puertas de un acuerdo.
Lo que viene es la confrontación y la violencia, si las autoridades se empeñan en dejar como un hecho cumplido la elección pura y simple de Nicolás Maduro.
Venezuela tiene serias dificultades económicas. Y los programas de apoyo a los países vecinos, como Petrocaribe, es probable que no sobrevivan. República Dominicana tiene que prepararse para un eventual cierre o disminución de ese acuerdo.
La forma en la que habla el presidente electo es terriblemente amenazante. En especial contra las fuerzas políticas que le adversaron en el proceso electoral. Ahora intenarán someter a la justicia al candidato derrotado, Henrique Capriles, por supuesta responsabilidad en las muertes de simpatizantes de Maduro durante las protestas posteriores a la proclamación del ganador.
La observación del ministro de Relaciones Exteriores de España, de que había que considerar la posibilidad de un reconteo de los votos, como pedían algunos sectores, Maduro respondió llamando a su embajador en Madrid. España aclaró su punto de vista, y fue rectificada la posición de Venezuela. El Príncipe de Asturias no irá a la toma de posesión de Maduro.
El mensaje de Maduro a los Estados Unidos es que se vayan del país, que no molesten, que no se entrometan en la vida de los venezolanos. Es decir, que ahora no hay posibilidad de diálogo, y si el mismo se da tendrá que ser entre los miembros del ALBA, una asociación auspiciada por Chávez en base al petróleo de ese país.
Como puede percibirse, la tensión está muy elevada en Venezuela. Y lo que viene no puede ser nada positivo, con Maduro o sin Maduro, con Capriles o sin Capriles. A menos que las palabras del presidente electo estén tan devaluadas y tengamos que acostumbrarnos al chavismo tradicional, que alteraba en significado de sus mensajes.
Hasta la Iglesia Católica venezolana ha dicho que corresponde un conteo de los votos, en procura de la transparencia y para evitar una profundización de la crisis en ese país. Tampoco ese mensaje está siendo escuchado. El cadáver de Hugo Chávez aún está caliente en su sepultura.