A propósito de la promoción el día 10 de septiembre como el Día Mundial de la Prevención del Suicidio.

La pandemia producto de la enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19)  ha golpeado al mundo de una manera tal que las generaciones presentes no tienen registros en su memoria de algo similar. El varapalo referido a la economía de los países y a los ingresos de las personas ha sido demoledor. Pero el choque, el daño social, no es menos importante. Analizaremos a continuación, dentro del cuerpo social, lo que ha significado la COVID-19 a la Salud Mental y sus posibles implicaciones en el suicidio en nuestro país.

A partir de marzo del presente año 2020, se producen tres eventos excepcionales: 1) La certeza cargada de incertidumbre de que el virus es una realidad, 2) El confinamiento social forzoso y la supresión compulsiva de miles de formas de sustento económico y, 3) La pérdida continua de servicios de salud, incluyendo los de salud mental, en donde se detienen las consultas ambulatorias y disminuye de manera significativa la cantidad de camas hospitalarias para ingreso de personas en crisis de salud mental.

Uno solo de estos tres  acontecimientos es capaz de crear las condiciones de crisis en la esfera de la salud mental. Todos juntos son un fermento perfecto para minar la confianza, destrozar la autoestima, mermar la motivación y las fortalezas que sirven de soporte para enfrentar la vida.

No todos los individuos cuentan con los cimientos necesarios y suficientes para afrontar las pruebas que impone la sociedad actual. El declive de las capacidades de las instituciones sociales, como son el Estado, la escuela, la familia,  en lo que respecta a status, roles,  valores  por un lado, y por otro, la percepción de que cada quien, de manera personal, es responsable tanto de sus logros como de sus fracasos, crean una atmósfera  adversa y peligrosa en torno a la salud mental de las personas. Al sumar los tres eventos antes señalados se tenía la convicción de que los efectos serían dramáticos e incalculables.

La respuesta inmediata de las autoridades de salud mental para mitigar el impacto en disminución de ofertas de servicios de manera presencial, fue  la organización de un equipo de psicólogos y psiquiatras voluntarios, con la finalidad de proporcionar atención en salud mental con la mayor eficiencia y calidad, basados en la Primera Ayuda Psicológica. Para tal fin se utiliza un modelo de teleasistencia (llamadas telefónicas, WhatsApp. Instagram Zoom, entre otros).

Hay organizados dos grandes grupos, uno dirigido a la población general que solicita atención vía la línea telefónica del COE-SALUD, y dentro de este grupo hay especialistas para manejo de duelo, atención psicológica en adicciones, atención perinatal y primera infancia y apoyo psiquiátrico. El otro grupo va dirigido a dar soporte a los recursos humanos que trabajan en la primera línea: los trabajadores de salud: colaboradores de la Dirección de Epidemiología, del Laboratorio Nacional, del COE-SALUD, de las DPS-DAS, del 911, del SNS y del propio MSP.

Al momento de escribir este artículo, hay 529 psicólogos y 62 psiquiatras voluntarios disponibles. Hay que reconocer la dedicación y entrega de cada uno de ellos. Desde marzo hasta la fecha se han mantenido dando un servicio de invaluable trascendencia.  No seríamos justos si no expresamos que desde la primera llamada de Sonia Romero hasta los empeños y entrega de Rosa Mariana Brea, Vanessa Espaillat, Luis Vergés, Mayra Dietsch, Abril Arias, Omar Nadím, Angy Estevez, Sarah Iglesias, Ruth Santana, Mercedes Germán (todos coordinadores de grupos), hasta el compromiso asumido por Hilda Cruz; se han mantenido hasta hoy prestando su saber y su experiencia.

La labor de estructuración, consolidación, seguimiento y monitoreo de esta ingente faena ha correspondido al equipo técnico del Departamento de Salud Mental, apoyado por la Sociedad de Psiquiatría, el Colegio de Psicólogos, el Servicio Nacional de Salud y la Organización Panamericana de la Salud. Es de justicia señalar, que la sustitución de gestión en la dirección de dicho departamento no ha implicado un cambio de rumbo. Por el contrario, ha asegurado los procesos dando continuidad a las políticas públicas y a las buenas prácticas. Un reconocimiento a Alejandro Uribe por su visión, compromiso, dedicación y caballerosidad.

El total de intervenciones de ayuda psicológica al último informe es de un total de 9,561, en donde 6,449 fue a mujeres, 3,112 a hombres, 1,015 a menores. Se destaca que 6,765 fue a población general y 2,454 a personal de salud.  En relación al tipo de evento de salud mental identificado: trastorno de ansiedad (4,356), trastornos del sueño (2,657), depresión 8(1,741), trastorno por estrés (1,381), trastorno por adaptación (729, conductas suicidas (307), duelo (280), violencia (143).

Se demuestra con estos datos que dadas las barreras identificadas para la atención y el tratamiento en salud mental a nivel de los servicio públicos y añadidos   el distanciamiento físico, el desempleo y las condiciones precarias de subsistencia, el agotamiento de las reservas emocionales, la disminución de apoyo de las redes de la sociedad (amistades, familia externa, iglesia, deportes); las personas se movilizan para buscar ayuda cuando le presentan la oportunidad.

En lo que respecta al suicidio, desde 2010 a 2019, su comportamiento ha sido de una tendencia a la estabilización: con una cantidad que varía entre 511 a 638 casos por año y una tasa  media de 6 por 100 mil habitantes, según el Observatorio de Seguridad Ciudadana. Al comparar el período enero-agosto de 2019 y de 2020, vemos que  el año pasado para ese período  hubo 349 suicidios consumados (303 fueron hombres  y 46 correspondió a mujeres). En este año, para el mismo período, hubo 366 suicidios (308 fueron hombres y 58 afectó a mujeres). El aumento del número de 17 casos en 2020, nos pone a reflexionar en el impacto que pudiera ir teniendo la crisis en ese incremento y nos alerta a todos: familia, sociedad, autoridades a seguir de cerca su evolución y a ir tomando las medidas pertinentes.

Un dato a destacar es que durante el año 2019 el total de ingresos en las Unidades de Intervención en Crisis de los hospitales del sector público fue de 1094. De ellos, 190 debido a conducta suicida (109 mujeres, 81 hombres). Representando un 17,4% de la demanda del total de camas.

Los desafíos para mantener una buena salud mental y prevenir el suicidio son enormes pero debemos aprovechar las oportunidades: las declaraciones de las nuevas autoridades en el sentido de ampliar la cobertura de servicios en salud mental son noticias auspiciosas, se debe fortalecer la línea de teleasistencia dado que las evidencias nos dicen que ha sido un recurso  valioso para mitigar el impacto del cierre de servicios, educar en el distanciamiento físico a la vez se acorta el distanciamiento social  fortaleciendo las relaciones significativas por la vía de la que se disponga.