El desorden que se percibe en las calles es de antología. Pocos automovilistas respeten las señales de tránsito. Los semáforos en horas de la noche son invisibles, en especial para las guaguas voladoras y para los autobuses de la OMSA. Si conduces un automóvil por la ciudad de Santo Domingo, como acaba de escribir el periodista Santiago Estrella Veloz, si se encuentra con un semáforo en verde deténgase, tome todas las precauciones de lugar, porque nadie respeta la luz roja.
Es lo que vemos todos los días en avenidas como la John F. Kennedy, 27 de Febrero, Abraham Lincoln o Winston Churchill. El llamado Polígono Central, la gran cárcel de la clase media y alta capitalina, es un caos que debe dar vergüenza a cualquier autoridad municipal que se respete.
Todas las normas han sido violentadas. No hay aceras para los peatones. Los espacios públicos desaparecieron. Los comerciantes se han tomado las calles como centros de negocios para cualquier cosa. Grandes avenidas son talleres para tapar neumáticos, para talleres de mecánica, para vender frutas o para los colmados vender cervezas y hacer fiestas a sus anchas.
No hay autoridad, no hay policías, no hay síndicos, ni funcionarios que metan la mano por la ciudad ni por los espacios públicos. El Distrito Nacional tiene un síndico que no vive en la ciudad, que no se ocupa de trabajar para los munícipes, aunque paradójicamente la gente le sigue votando en las elecciones: el masoquismo se ha impuesto en los procesos electorales.
Cualquier calle de la capital es negocio para los parqueadores. Son dueños de la calle, que obligan a pagarles por estacionarte en la vía pública, que amedrentan, amenazan y se convierten en los principales aliados de los ladrones de piezas de automóviles. Está a la vista de todo el mundo.
Pero lo peor es que los empleados del Ayuntamiento del Distrito Nacional participan de la fiesta corrupta y de la extorsión impunemente. Son designados en los cargos para hacer dinero a costa del ciudadano que visita lugares o que se mueve por obligación de negocio o por compromisos familiares.
Y si no, observen este caso: El Ayuntamiento del Distrito Nacional acaba de designar un “administrador” del parqueo de la Arzobispo Meriño esquina Padre Billini, al lado de la Plaza Fray Bartolome de las Casas. El estacionamiento está habilitado para estacionarse las 24 horas, pero en las noches es el festín para ganar dinero a costa de lo ajeno. Todo el dinero recaudado es para beneficio particular del administrador y de los policías que allí pernoctan. No cuidan los vehículos ni ayudan a los ciudadanos que acuden a los establecimientos de los alrededores. Están allí para llenarse los bolsillos de dinero.
Y ellos lo dicen abiertamente. No entregan recibos porque ese dinero es para ellos. El Ayuntamiento no cobra un centavo, pero cada vehículo que allí se queda por 10 minutos o una hora debe pagar 100 pesos. Y el gran beneficiario es el nuevo administrador. Un abuso, un tributo para el bolsillo de un funcionario. Es vergonzoso, aberrante y nauseabundo. Y nadie hace nada para detener esta barbaridad. Y el sindico de la capital lo sabe y aúpa estas conductas corruptas. Nadie defiende al ciudadano. Darán cualquier explicación para justificar que el sistema es ese. Pero sigue siendo una vergüenza injustificable. El ejemplo está montado. El ciudadano que se fuña y los designados que se hagan con cuanto puedan llevarse de los bienes públicos.