La "niña bonita" del gobierno del presidente Danilo Medina ha sido la educación, en especial la educación media, que se corresponde con la principal responsabilidad social del Estado. El presidente también ha impulsado lo que él mismo ha llamado “una gran revolución educativa”, que la sustenta en el aumento del 4% del PIB al sector educativo, a partir del 2013.

La educación avanza, pero no a los pasos que la sociedad desearía, pues la inversión del dinero que se comprometió el gobierno a entregar ha sido dirigida hacia las infraestructuras. En una primera etapa en la construcción de aulas, el aumento de los gastos administrativos y, lamentablemente con muy poca inversión en la parte de la calidad del sistema, la formación de los maestros y la consolidación del currículo, después del lanzamiento del programa de Tanda Extendida.

La Dirección General de Programas Especiales de la Presidencia de la República (DGPEP), ahora bajo la dirección de Lidio Cadet, está redirigiendo los fondos del programa de alfabetización hacia la creación de estancias infantiles. Y es bueno que haya estancias infantiles en todos los rincones del país, pero los fondos de educación deben enfocarse en mejorar la educación, concentrarse en los aspectos esenciales del acceso a la educación con calidad, y no desvirtuar el programa que se preparó que tenía como segundo compromiso la continuidad educativa.

Con la llegada del licenciado Cadet a la DGPEP, en sustitución de Pedro Luis Castellanos, se ha echado a un lado la continuidad educativa de las personas que han resultado beneficiadas con el Plan Nacional de Alfabetización Quisqueya Aprende Contigo. La continuidad educativa es la segunda parte de ese plan, que tiene un presupuesto y unas tareas de seguimiento que comienzan a olvidarse, dejando de lado todo cuanto se ha avanzado en el proceso de alfabetización, que ha implicado el aprendizaje inicial de por lo menos 500 mil personas. La segunda parte del plan está dedicada a la continuidad educativa y pareciera que no hay vocación, decisión, interés en ponerla en marcha.

Quienes dirigen ahora las políticas educativas deben recordar las promesas del presidente de la República a los favorecidos con el Plan Nacional de Alfabetización, de que no serían abandonados por el Estado. Que este esfuerzo no se quedaría únicamente en enseñar a leer y a escribir a las personas, que son pobres y marginados. Que se buscarían instrumentos y equipos para que estas personas trataran de superar la pobreza. Fue Danilo Medina quien hizo ese solemne compromiso con el país, en un acto organizado en la Provincia de Santo Domingo.

La DGPEP cuenta con recursos económicos y humanos para realizar esta tarea. También tiene una estrategia por escrito, que ahora corre el riesgo de perderse en las celebraciones e inauguraciones de las estancias infantiles.

El mismo presidente de la República, quien deberá rendir cuenta de sus promesas y del compromiso con los beneficiarios del programa de alfabetización, derá tenerlo pendiente. Hay que repetirlo para que el segundo objetivo del plan no quede rezagado, y que se respete la asignación de recursos y se recupere el plan de acción. El ministro de Educación, Carlos Amarante Baret, deberá tomar atención sobre los riesgos que está corriendo la Dirección de Educación de Adultos de su ministerio con este asunto, pues la marginación de esa oficina, además del olvido del segundo componente del Plan Nacional de Alfabetización, podría convertirse en un elemento negativo para su gestión y para el propósito del proyecto educativo del presidente de la República.

Esto que podría ocurrir no necesariamente tendría intención deliberada del licenciado Lidio Cadet, para desvirtuar fondos o asignarlos a otras áreas, pero pudiera ser un descuido dado el limitado conocimiento del dirigente político, quien desde hace mucho tiempo ha estado lejos de los procesos educativos del Estado, y pudiera ser que esté siendo mal asesorado.

Si no se completa el Plan Nacional de Alfabetización Quisqueya Aprende Contigo, en su segundo componente de continuidad, se podría estar corriendo el riesgo de frustrar las aspiraciones del más de medio millón de personas que han resultado alfabetizadas.