Todo el mundo opine en estos momentos sobre la apertura de relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y Cuba, y la posibilidad de poner fin al embargo económico que impuso Estados Unidos a la isla caribeña. El anuncio conjunto de los acuerdos fue realizado por los presidentes Barack Obama, de EE.UU, y Raúl Castro, de Cuba, el pasado 17 de diciembre. Desde entonces se ha hablado mucho sobre el significado de esa apertura.

Los dominicanos expresan temor por el potencial turístico de Cuba, y algunos expertos hablan de la capacidad de Cuba para adecuarse rápidamente a las exigencias de un mercado en que el capital humano es fundamental. La educación es uno de los puntos más notables de la revolución cubana, como es la salud, y lo que fue en años pasados con el deporte.

Es cierto, Cuba tiene mucho potencial. Hay mucha curiosidad en especial de parte de los ciudadanos norteamericanos para conocer Cuba, saber de su régimen socialista y de las notables destrezas de los cubanos para la música, el baile y en particular para conocer su extraordinaria y muy bien conservada ciudad colonial, lo que los cubanos llaman la Vieja Habana.

La oficina del Historiador de la ciudad, encabezada por el doctor Eusebio Leal, es una de las grandes maravillas de la ciudad. Las políticas de conservación y de identificación de formas de captar recursos en moneda extranjera, es uno de los puntos fuertes de la ciudad. La apertura de hoteles privados, incluyendo residencias particulares para recibir turistas, se encuentran entre las sorpresas de una ciudad hospitalaria y hermosa, con múltiples sorpresas para los visitantes.

Sin embargo, hay un régimen político que no cambia ni parece estar dispuesto a cambiar, dominado en especial por una casta militar, adornada por un partido único, que se siente cómoda estacionada en el tiempo. Si Estados Unidos cedió y el presidente Obama accedió a tomar medidas para desbloquear las relaciones, sin pedir de Cuba ninguna compensación política, es porque sabía que las autoridades cubanas no cederían un ápice en sus postulados ideológicos.

En Cuba, después del 17 de diciembre, lo único que ha despertado interés y alegría ha sido la puesta en libertad de los llamados héroes cubanos que se encontraban presos y condenados en Estados Unidos, y no precisamente el anuncio de la flexibilización del embargo y la posibilidad de la apertura entre los dos países.

El cubano ha vivido bajo sospecha, de todo, durante mucho tiempo. El miedo es parte de la cultura cubana. La política oficial lo abarca todo. Los cuerpos de inteligencia lo cubren todo. Los medios de comunicación son oficiales y nada más. Los diarios son los del Partido Comunista. La televisión es la del gobierno. No existe posibilidad de acceso a Internet, salvo muy escasas excepciones. El miedo a un ataque de los Estados Unidos, a un atentado de grupos terroristas, a una invasión convirtió a Cuba en una celda. La idolatría de los personajes que protagonizaron la revolución es obsesiva. El culto y la idolatría de Fidel Castro es enfermizo. El Che, un personaje muerto en Bolivia, es más que un santo, lo mismo que Camilo Cienfuegos.

La gente no tiene expectativa ninguna sobre el futuro de Cuba. La revolución de 56 años es dueña de todo y lo controla todo, incluyendo la intimidad de la gente. Se han inventado una moneda para esquilmar a los turistas, que vale más que el dólar. Y existe un régimen de apartheid para sacar el dinero de los bolsillos a todo extranjero que visite la isla.

A Cuba le falta mucho en inversión y en desarrollo. Cuba se quedó atrás, se estacionó en los años 50, salvo los aspectos de educación y salud. Y tendrá que emplearse a fondo para competir en un mercado cada vez más sofisticado y tecnologizado. Los cubanos han quedado atrapados en el pasado, y socializar y competir les será muy difícil, no importa en el área que sea, pues salvo muy pocas excepciones, los cubanos han seguido los dictados de un régimen añejo, reacio al cambio y a la innovación, poco respetuoso de la opinión ajena.