La Autoridad Metropolitana del Transporte (AMET) fue creada mediante el decreto 393-97, por el presidente Leonel Fernández, con el objetivo firme de que se convirtiera en un organismo que concentrara todo el poder para organizar el transporte público y privado de la capital de la República. El presidente Fernández tuvo una visión de concentrar todo el poder reglamentario en la AMET para ponerle orden al caos del transporte.

La historia de la AMET la cuenta excelentemente bien el primer director que tuvo esa entidad, el ingeniero Hamlet Hermann Pérez, en el libro de memorias que escribió sobre los orígenes de AMET, titulado “Para vencer el caos”.

AMET surgió cuando languidecían oficinas llenas de burócratas y comecheques como ONATRATE, el OTTT, la Dirección de Tránsito Terrestre de la Secretaría de Obras Públicas, la Dirección de Transporte Público del Ayuntamiento del Distrito Nacional y muchas otras instancias oficiales, ala que se sumatía luego la Oficina para el Reordenamiento del Transporte (OPRET), que vino a realizar las tareas operativas de la instalación del Metro de Santo Domingo.

La historia viene a cuento debido a que el vocero de la Policía Nacional, coronel Máximo Báez Aybar, acaba de decir que todo el mundo sabe que la AMET es una dependencia de la Policía Nacional. Y no es cierto. Nunca lo fue. AMET tuvo su departamento policial, que fue creado por el ingeniero Hamlet Hermann y tuvo como primer encargado al general Pedro de Jesús Candelier. Era un simple departamento dentro de la AMET.

El gran trabajo de AMET, según el decreto que la creó, era ser el organismo normativo del transporte público en la capital. Su éxito fue tal que se decidió crear la Autoridad Metropolitana del Transporte en Santiago. Pero Hamlet Hermann salió de las funciones en AMET y los mandatos de esta entidad se distorsionaron, y ha terminado siendo “un departamento de la Policía Nacional”.

Es una vergüenza que así sea. Es una pena que la distorsión se haya institucionalizado y hoy AMET sea un órgano burocrático más, sin papel definido, reducida en su autoridad y en su mística, sin poder ni capacidad para regular el transporte ni hacer algún aporte técnico, porque ha sido castrado en la mentalidad y en la cantidad de recursos a su disposición.