La agenda de la sociedad dominicana la define, en esencia, el gobierno a través de la colocación del dinero público. Donde se pone el presupuesto es lo que define la prioridad del gobierno, independientemente de las declaraciones de buenas intenciones, de los discursos, de las visitas sorpresas, de los estudios y de la Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo.
Es decir, lo que define el curso del país, los objetivos inmediatos y de largo alcance, son las asignaciones presupuestarias. Se puede decir que hasta la propia Ley de Presupuesto, como instrumento de desarrollo, queda invalidada si el gobierno decide modificar las asignaciones a mitad de año, como está autorizado a hacerlo.
En los últimos años en la economía dominicana lo distintivo son los déficits fiscales. Esos déficits quedan autorizados en el presupuesto de cada año. Vale decir, que aparte de los préstamos para completar el presupuesto, el gobierno tiene luz verde para gastar más de lo que tiene previsto recibir por las recaudaciones fiscales y los demás ingresos estatales. Y pese a ello, se excede en gastar mucho más de lo que tiene autorizado, sin consecuencias legales, sin que el Congreso Nacional ejerza su función de fiscalización y sanción de los excesos del Poder Ejecutivo.
¿Quien decide la agenda? La decide el Poder Ejecutivo, que mantiene el control político -más que legal- sobre los otros poderes del Estado, y en particular sobre el Congreso. Los proyectos de leyes que envía el Ejecutivo al Congreso se aprueban sin debates, sin modificación, sin enriquecer una política que se convierte en estatal cuando pasa de las manos del Palacio Nacional a la sede del Congreso Nacional. ¡Sí señor! es la respuesta más común de los legisladores a las propuestas del Poder Ejecutivo.
¿Tiene el poder ejecutivo una agenda? Sí, la tiene y es esencialmente política e inmediatista. El cortoplacismo domina las decisiones oficiales. La rentabilidad política se ha convertido en el el objetivo de las decisiones presidenciales. Las miradas de corto plazo, como se sintetiza en programas como las visitas sorpresas del presidente de la República, o en proyectos de justicia social como La Barquita. Resolvemos lo inmediato, y lo utilizamos para proyectarlo como una solución solidaria. Enfrentamos el déficit habitacional por ejemplo, resolviendo un caso de una comunidad, pero no como parte de una política general. Invertimos más de 4 mil millones de pesos y solucionamos un problema de corto plazo. Si esas familias carecen de empleos, de medios de subsistencia, volverán a la miseria y al hacinamiento, y no tendrán recursos para alimentarse, o para generar ingresos. Vamos a lo mismo de siempre, como ocurrió con muchos de los barrios creados por Balaguer con los desalojados de La Ciénaga, por ejemplo.
¿Cómo invierte el gobierno los recursos para generar empleos suficientes cada año, de modo que el desempleo se reduzca? Hay políticas clientelistas en las que se invierte mucho dinero. Se gasta dinero inútilmente. Es un barril sin fondo, como lo es el dinero del subsidio eléctrico o como lo es el dinero invertido en el programa Quisqueya Aprende Contigo, si no hay continuidad educativa e inserción de los alfabetizados a un sistema que los enrole en un mejoramiento de sus condiciones de vida.
La adhesión del gobierno a la Estrategia Nacional de Desarrollo luce muy pobre. El gobierno se interesa en los pactos eléctrico y fiscal por los beneficios particulares e inmediatos que pudieran derivarse de los mismos. En el caso del pacto por la educación sigue siendo débil -poco visible- la preocupación por la calidad de la educación. El informe evaluativo de EDUCA sobre el desempeño del 2015 en este ámbito describe con claridad que pudo ser mucho mejor la gestión, tomando en cuenta la disponibilidad de recursos.
El gobierno, con el apoyo político y social que tiene, pudiera realizar las transformaciones que la sociedad demanda desde hace tiempo. Es posible comenzar a pagar la deuda social. Para ello será necesario que se priorice la inversión y se tomen decisiones fuera del interés clientelista y político de las autoridades. Desde allí podemos comenzar. Un buen tema para la agenda con más alcance a largo plazo.