Más que un ejercicio riguroso para descubrir el talento jurídico-contencioso-electoral de los postulantes jueces de las altas cortes y del Tribunal Superior Electoral, la sesión del martes del Consejo Nacional de la Magistratura pareció un acto teatral aburrido, escaso de originalidad y transparencia.

La sesión del martes, la primera transmitida de las entrevistas a los aspirantes al Tribunal Superior Electoral, de alguna manera sugirió que varios de los miembros de ese organismo tienen serias limitaciones en su libertad de actuación y en la expresión de sus opiniones.

Y esto es apenas una inquietud que parte de la observación detenida de los miembros del Consejo Nacional de la Magistratura en la sesión televisada. Olvidemos a los participantes con aspiraciones, que tuvieron libertad para exponer sus virtudes tan ampliamente como les fue posible.

Prácticamente, sólo el presidente de la República, Leonel Fernández, como presidente del CNM, lució que ejercía el papel que le corresponde. El presidente fue cuidadoso el interactuar con los aspirantes, a los que hizo casi siempre preguntas suaves, como para romper el hielo, ya que era el primero en preguntar. A todos los postulantes despidió con la misma frase, deseándoles suerte en sus aspiraciones.

Cualquiera pudiera pensar que la figura del presidente de la República, de alguna manera, intimidó a los aspirantes y a los miembros del Consejo Nacional de la Magistratura. También que la prudencia de los miembros del CNM se excediera al tratar de ceder en todo momento la primacía al jefe del Poder Ejecutivo

En contraste, llamó la atención es que los miembros de la Suprema Corte de Justicia, Víctor José Castellanos y Jorge Subero Isa, en la práctica se inhibieron al momento de hacer las preguntas. Casi nunca se le escuchó, pese a ser magistrados en ejercicio con el conocimiento y la experiencia para hacer las preguntas más interesantes y que resultasen más provechosas para escarbar en la capacidad de respuesta de los aspirantes.

Abel Martínez, presidente de la Cámara de Diputados,  y Reinaldo Pared Pérez, presidente del Senado, apenas se hicieron notar. Cuando intervinieron, parecía que lo hacían para dejar claro que no eran convidados de piedra en aquella importante sesión. Félix Vásquez y Hugo Núñez fueron tan discretos que casi se excedieron en cortesía con los postulantes cuando pidieron la oportunidad de pregunta.

La voz cantante la llevó el presidente de la República, con la tibia compañía del Procurador General de la República, Radhamés Jiménez.

Varios postulantes convirtieron sus respuestas en un espacio para el autobombo, algunos de los cuales hablaron más de la cuenta buscando lucirse, cometiendo errores infantiles en profesionales que se suponen con capacidad de discernimiento.

Cualquiera pudiera pensar que la figura del presidente de la República, de alguna manera, intimidó a los aspirantes y a los miembros del Consejo Nacional de la Magistratura. También que la prudencia de los miembros del CNM se excediera al tratar de ceder en todo momento la primacía al jefe del Poder Ejecutivo. Si fue así, fue un craso error. Su función es trabajar con el presidente en identificar a las personas con más calidad y capacidad para ejercer las funciones de jueces electorales en materia contenciosa.

Si se mira con detenimiento la sesión, se podrá notar que la impresión final que dejaron es que una gran parte de las entrevistas parecía ensayada, que las preguntas quedaron limitadas a dar oportunidad a los postulantes para lucirse y que el CNM no estaba buscando con exigencia a los más aptos. El control del Poder Ejecutivo sobre los demás miembros del CNM fue apenas una estela, casi invisible, que se mantuvo en el ambiente televisado del Palacio Nacional donde se realizó la reunión.