La Suprema Corte de Justicia, nombrada en 1997, tenía la buena pro de todos, los abogados y los ciudadanos no abogados, pero prontamente el vedettismo particular del Presidente de ese cuerpo nos hizo caer la venda de los ojos.
Como no había una noción conjunta clara de qué Justicia necesitábamos y queríamos los dominicanos, perdieron pie y se encerraron en la Supremacía de los cargos; se hicieron amplias campañas de culto personal a un costo económico grandísimo, se permitió que la ciudadanía supiera que entre esos jueces había sentimientos personales de inquina que los distraían de las funciones que esperábamos todos de ellos.
En definitiva, no hubo “Esprit de corps” y cada uno ventilaba sus asuntos como podía y quería. Perdieron el tiempo en mezquindades y trapisondas y perdieron de vista la justicia. Había muchas relaciones públicas y poca de institucionalidad judicial.
El perfeccionamiento de la Justicia se perdió de vista. No se ocuparon de defender las asignaciones presupuestarias, que por ley le corresponden como contrapartida a la autonomía presupuesta que tiene. Se tejieron alianzas fundadas en características personales de pertenencia a un grupo u otro. De todo eso dieron cuenta los wikileaks que con estupor todos leímos y que Acento se encargó de divulgar.
El caso de la Sun Land no es el único que hizo que la Suprema Corte de Justicia perdiera la credibilidad. Todos pusimos nuestras esperanzas para llevar la Nación por otros senderos, en el ámbito de la justicia.
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