El nacionalismo mal entendido, extremo, excluyente, resurge en países y regiones del mundo cada cierto tiempo. Lamentablemente asistimos en el presente a una de esas olas de chauvinismo y rechazo a los seres humanos que nos parecen distintos, inferiores o peligrosos.

República Dominicana no escapa a esa perversa y peligrosa concepción a la que se aferran los grupos e individuos más obcecados, con la peor estrechez de mira.

Quienes piensan de esa manera no solo se alimentan y fortalecen de su propia propaganda malsana, con la difusión de sus odios, sino que se creen dueños absolutos de la verdad y con el poder de decidir quién es "patriota", quién es "traidor a la patria", quién merece elogios y quién el escarnio público.

No hay dudas. Estamos en presencia del envalentonamiento del peor de los extremismos. Y hay evidentes señales de peligro

Todo aquel que apoye, por convicción de justicia, a los inmigrantes y a sus descendientes, de inmediato es tachado de traidor. Todo el que defienda los derechos de la comunidad LGTBI, es blanco de los peores insultos.

Cuando se agita tanto odio, se puede dar lugar a que se materialice, no solo profiriendo los peores insultos y maledicencias, sino con agresiones físicas y hasta con asesinatos.

Ya en el año 2015 fue hallado colgado de un árbol en una plaza de Santiago de los Caballeros un migrante haitiano llamado Tulile, con un letrero de odio racista. Ese horrendo asesinato nunca ha sido aclarado.

El abogado Genaro Rincón Mieses fue agredido e insultado por extremistas del nacionalismo, solo porque este profesional del derecho ha representado a dominicanos de ascendencia haitiana en diversos casos de reclamo de derechos y reparación de justicia.

Y no hay que olvidar que prominentes periodistas y activistas de derechos humanos han sido amenazados de muerte e incluso sometidos a la justicia acusados de ser "traidores a la patria".

No hay dudas. Estamos en presencia del envalentonamiento del peor de los extremismos. Y hay evidentes señales de peligro.