Con enorme desconsideración, y falta de respeto por los que murieron hace ya 47 años, algunas personas han iniciado una campaña de denuestos y descalificaciones contra Amaury Germán Aristy y sus compañeros que cayeron asesinados en la Autopista Las Américas, el 12 de enero de 1972.

Es muy cómodo decir hoy que fueron delincuentes o que asaltaron bancos y que buscaban establecer el comunismo en la República Dominicana. Se trata de una forma arbitraria y cómo de analizar los hechos históricos con la circunstancia actual. Se le aplica un rasero ideológico de descalificación y a partir de ahí todo es descartable.

Es indigno, sin embargo, comenzar a juzgar a los que murieron por un ideal, los que entregaron su vida por una causa de libertad y desarrollo democrático. Que en muchos países haya fracasado el socialismo real o el socialismo del siglo XXI como se le llamó en el caso de Venezuela, de ninguna manera da pie para considerar delincuentes a los revolucionarios, hombres y mujeres despojados de cualquier interés personal, que ofrendaron sus vidas por la causa del pueblo.

Lo más preciado que una persona tiene es su vida y si la ofrenda por una causa, aún sea una utopía, merece todo el respeto de los que le siguen, aún no profesen sus ideales. Siendo un jovencito, repleto de ideales de libertad, Juan Pablo Duarte creyó en la independencia de la República Dominicana, abrazó esa idea y se entregó en cuerpo y alma a conseguirla. Hubo muchos fracasos y acontecimientos que pudieron desmoralizarle, pero creyó en esa independencia y hoy se le considera y estima como el padre de la patria por creer en la soberanía del pueblo dominicano.

De continuar con esta desconsideración extremista y de derecha recalcitrante, habría que despojar al país de los reconocimientos y homenajes a Gregorio Luperón, Eugenio María de Hostos, Ulises Francisco Espaillat, Manolo Tavares Justo, Francisco Alberto Caamaño, las Hermanas Mirabal, y muchos otros. ¿Desconoceremos ahora a Homero Hernández, Amín Abel, Maximiliano Gómez, Otto Morales, Orlando Martínez y tantos otros que creyeron en una patria de justicia y utopía distributiva?

Amaury Germán Aristy y los Palmeros, y todos los jóvenes y revolucionarios que como ellos pensaban que no había un camino distinto al de las armas, para salir de la llamada dictadura balaguerista, vivieron jornadas de gran violencia estatal. Cientos de jóvenes murieron en diferentes circunstancias. Esas muertes fueron denunciadas con mucha fuerza en los organismos internacionales, y hubo presión para que el gobierno dominicano bajara los niveles de violencia. Balaguer salió del poder mediante elecciones, pero con mucha presión del exterior. Utilizó los militares para quedarse con parte del poder. Y los revolucionarios como Amaury Germán Aristy fueron los que abrieron las puertas al proceso democrático. O era la democracia o era la radicalización.

Hay que apreciar ese sacrificio, reconocer ese valor y su determinación de privarse de la vida en la lucha del pueblo dominicano. Denigrar impunemente su memoria, a 47 años de su muerte, es una sastrería inaceptable, no sólo para ellos y sus compañeros caídos, sino para sus familiares, descendientes, sus esposas y hermanos, y para el conjunto democrático de la sociedad dominicana, así como las instancias estatales que los han reconocido como mártires del sistema democrático dominicano.