Los ríos principales de la República Dominicana se han convertido en receptores de todas las inmundicias que se generan por nuestras comunidades, industrias, productores particulares, y lamentablemente es poco lo que hacen las autoridades para aplicar las leyes y poner en vigencia la necesaria protección de esas fuentes de vida, de alimentación y de comunicación que durante cientos de años nos han posibilitado el desarrollo.

Es la conclusión que puede desprenderse del reportaje de investigación publicado por Acento, escrito por Samuel Tapia y graficado por Juan Camilo Cortés. Los principales ríos dominicanos no tienen protección, desde el Ozama, vinculado históricamente al surgimiento y desarrollo de la ciudad primada de América, hasta Higuamo, en San Pedro de Macorís, Haina, en el sur y Yaque del Norte en el cibao.

La historia que nos cuenta este reportaje es cómo los políticos han ido desentendiéndose de la responsabilidad de poner en marcha las políticas que conserven estos ríos.

Lo que hemos visto y vemos es que las orillas de los ríos y el cauce de sus aguas son receptores y transportadores de kilómetros de inmundicias, toneladas de desperdicios, de cementerios de todo cuanto es desechable, desde productos químicos tóxicos hasta de cadáveres de animales muertos, barcos en desguasamiento y desechos cloacales.

Lo que nos dice el reportaje es que

“Rescatar” los ríos, término utilizado en 50 años hasta el hartazgo en referencia a la limpieza ambiental que debe llevarse a cabo para reducir el impacto ecológico de la contaminación – y dicho sea de paso, mejorar la calidad de las personas que conviven a diario con el mal olor y las enfermedades –, solo ha dejado como fruto proyectos ineficaces y muchas veces costosos, diluidos en el tiempo.

Proyectos que han costado tiempo y dinero, algunos de ellos financiados por organismos internacionales comprometidos con la protección del medioambiente. Pero la política, el clientelismo, la irresponsabilidad, lo daña todo. Es lo que nos queda del reportaje publicado por Acento.

Las aguas negras y pestilentes que se apropian de las corrientes del Yaque del Norte, Higuamo, Haina y Ozama, se han mantenido casi sin cambio en esas cinco décadas de saneamiento infructífero.

Veamos algunos de los datos que nos aporta la investigación:

Tan solo en el río Ozama se han desarrollado (o planteado) distintos proyectos para combatir el problema ecológico y habitacional que afecta su cauce, entre ellos el proyecto Reubicación de la Barrios los Guandules, Guachupita y La Ciénaga, de 1959, ejecutado durante el gobierno de Rafael L. Trujillo Molina.

El programa, elaborado por el Ayuntamiento del Distrito Nacional, consistió trasladar al sector de Los Mina a los residentes de los barrios Los Guandules, Guachupita y La Ciénaga. Pese a que la reubicación pudo llevarse a cabo, tal como reseña la Unidad Ejecutora para la Readecuación de La Barquita, “debido a falta de seguimiento estatal, al poco tiempo las zonas desalojadas volvieron a poblarse".

El río Higuamo, de San Pedro de Macorís, también ha tenido su cuota de planes, conversatorios y proyectos para su intervención y recuperación, sin éxito. En 2006, el Departamento de Gestión Ambiental Municipal del Ministerio – en esa época Secretaría – de Estado de Medio Ambiente y Recursos Naturales propuso crear un movimiento integrado por munícipes, y encabezado por los síndicos de los cuatro municipios ubicados en la cuenca del río para por su recuperación.

Siete años más tarde, en 2013, el diputado Franklin Peña indicó que sometió por ante la Cámara de Diputados dos proyectos de ley para el rescate del río Higuamo, a través de los cuales se crearía un fondo fijo anual en el Presupuesto Nacional.

El arquitecto y especialista en urbanismo, Erick Dorrejo, se sumó en 2016 a la lista de propuestas para relanzar San Pedro de Macorís a través del rescate de la cuenca de la Sultana del Este.

También en el Yaque del Norte, el río más importante de Santiago, se han dado a conocer acciones, peticiones y reclamos para mejorar las condiciones del río más largo del país, que incluya los asentamientos humanos y las empresas que hacen uso la cuenca vertiendo residuos contaminantes.

Sin embargo, todos los proyectos aplicables serán poco efectivos sin una supervisión constante por parte del Estado y de seguimiento de los planes, además de aplicar las sanciones correspondientes en caso de violación a la normativa medioambiental.

Corresponde especialmente al Ministerio de Medioambiente adoptar políticas eficientes, serias, responsables para proteger los ríos dominicanos. De lo contrario, seremos espectadores de una muerte irremediable de estas fuentes de vida.