Si como ciudadano común queremos mover montañas es preciso empezar con granitos de arena, como hacen las hormigas o las termitas. Otros seres más poderosos disponen de potentes medios para acelerar el proceso, pero ni siquiera el tutumpote mueve montañas al instante, sobre todo si el propósito es construir y no destruir.

El simpático refranero criollo nos dice que, “con paciencia y calma se subió un burro a una palma”. De seguro que ese burro subió pasito a pasito en base a voluntad y perseverancia, además de paciencia y calma, y sobre todo en concierto con otros burros. La carga es más ligera entre muchos, y la meta se alcanza más rápidamente cuando todos aportamos nuestro granito.

En Brasil los comejenes construyeron una metrópolis de una extensión tres veces la de la Hispaniola, hecha de grandes montículos de tierra espaciados regularmente a unos 20 metros de distancia, algunos de hasta 4 metros de alto por 9 metros de ancho. Son cientos de millones de montículos acumulados en el transcurso de más de tres milenios, quizás durante mucho más tiempo,  por millones de termitas. "Es, con mucho, la estructura animal más grande y extensa jamás encontrada", unos 1800 montículos por km2 en una extensión de unos 230,000 km2, fruto de la excavación de unos 10 kilómetros  cúbicos (1, 000,000,000,000 m3) de tierra por la especie Syntermes dirus, un minúsculo insecto ciego en busca de su alimentación de hojas caídas. Granito a granito movieron un volumen de tierra equivalente a 4,000 pirámides de Guiza, porque participan en la faena todos los comejenes hábiles de la colonia y llevan más de 3,000 años moviendo granitos de tierra.

Construir patria es una obra faraónica y perenne que tiene que hacerse con el aporte de todos los ciudadanos, granito a granito, con voluntad y perseverancia. No basta con hacer un muro o movilizar un ejército, ni pronunciar discursos de relumbrón. Hacer patria no es tarea reservada a gobernantes y políticos. Es deber de todos los ciudadanos, cada uno según su capacidad y experiencia,  todos los días y en múltiples escenarios. No hay prácticamente nada imposible cuando se trabaja en equipo y todos contribuimos, pues cada granito cuenta más cuando todos aportamos. Y entre muchos granitos de arena suele haber pepitas de oro.

El discurso inaugural del presidente John F. Kennedy en 1961 es recordado en todo el mundo por la oración, “No preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país”. Hoy la pregunta más persistente y urgente sobre la patria sigue siendo, ¿Qué aportamos nosotros a la comunidad? A la junta de vecinos, a la asociación de padres y amigos de la escuela, a la cooperativa, al gremio profesional, a una organización al servicio de los más necesitados, a una agrupación política-partidista o al gobierno municipal, pues nuestra participación puede ser a cualquier nivel, y usualmente inicia por el más cercano a nosotros. Asumir responsabilidades comunitarias es hacer patria. No preguntemos qué pueden hacer esas instituciones por nosotros, sino cómo podemos colaborar en beneficio de todos.

Debemos preguntarnos todos los días si estamos aportando nuestro granito de arena- en la medida de nuestra capacidad y experiencia- para construir la sociedad más justa y de mayores oportunidades para todos, esa que reclamamos con insistencia y que muchas veces esperamos nos caiga del cielo o del gobierno, sin dedicación persistente de nuestra parte. No podemos ser indiferentes, vivir sin compromisos. ¿Trabajamos en equipo para alcanzar los ideales de una patria libre y una sociedad justa en la medida que nos corresponde por nuestra capacidad y experiencia? No solo en la alcaldía o en el Congreso Nacional se contribuye a consolidar y fortalecer la democracia, la participación es necesaria en todas las instituciones de la sociedad, civil y política. No solo se sirve presidiendo una entidad. Hay muchas tareas por realizar y todos podemos aportar nuestro granito de arena. ¿Estamos formando a nuestros  hijos, a nuestros escolares para que mañana ellos también aporten su granito de arena?

En 1957 Martin Luther King planteó la cuestión existencial de manera directa en un sermón en Montgomery: "La pregunta más persistente y urgente sobre la vida es, ¿qué estamos haciendo por los demás?" 

Hoy la pregunta sigue resonando persistentemente: ¿Qué puedo hacer yo por la comunidad, cuál es mi granito de arena, mi pepita de oro?