La figura más elevada de la intelectualidad dominicana de todos los tiempos es Pedro Henríquez Ureña, el hijo de la poetisa nacional Salomé Ureña y del médico e intelectual Francisco Henríquez y Carvajal.
Pedro es una figura señera especialmente en América Latina, y en particular en los países donde sentó cátedra como profesor y maestro de generaciones, que fueron México, Argentina y Estados Unidos. En este último país fue profesor invitado en la Universidad de Harvard, y se le distinguió como un pensador ilustre, actualizado, con una de las mentes más lúcidas de su tiempo sobre la historia, la literatura y el pensamiento crítico.
El doctor Pedro Henriquez Ureña nació el 29 de junio de 1844, y se formó en un hogar vanguardista, con las clases particulares de su madre y su padre, y en una residencia en la capital frecuentada por el gran maestro Eugenio María de Hostos, por figuras de la política como Máximo Gómez y José Martí, y por los intelectuales más relevante del momento de su vida juvenil, como Manuel de Jesús Galván o Federico Henriquez y Carvajal, que era su tío.
El próximo 29 de junio se cumplirán 132 años del nacimiento de Pedro Henríquez Ureña. En la República Dominicana una universidad lleva su nombre, una avenida también, una biblioteca nacional lo honra. El billete de 500 pesos lleva su figura, junto a la de su madre, y el año pasado el Ministerio de Cultura publicó en 14 tomos, recopilados y anotados por el intelectual Miguel D. Mena, las obras completas de este hombre brillante, ejemplo del intelectual profundo y honesto, que no escribió mucho de ficción o poesía, pero que en el ámbito de la crítica, los estudios del idioma, el análisis de los movimientos, tendencias, fue uno de los más extraordinario del continente.
Habría que conocer, y divulgar con amplitud, lo que decían los escritores e intelectuales de España, Estados Unidos, México, Argentina, Cuba y hasta de República Dominicana que estudiaron su obra. El respeto y la admiración por su trabajo traspasa las fronteras físicas de los países. Jorge Luis Borges, Ezequiel Martínez Estrada, Pío Baroja, Alfonso Reyes, su hermano Max Henríquez Ureña hablan de Pedro como el gran maestro.
Pedro salió del país muy temprano a completar su formación. Vivió una vida itinerante, llena de vicisitudes, de rechazo racial, de vituperios e injusticias. Adoptó a México como su segunda patria y allí sufrió persecución y ataques y se vio obligado a salir de ese país, pese a que había formado familia allí. Se estableció en Argentina, donde nunca obtuvo un título como maestro porque la claque que controlaba la academia universitaria recelaba de él por ser dominicano, por ser mulato. Una verdadera tragedia.
Su patria, la República Dominicana, lo recibió en 1931, invitado por el dictador Rafael Trujillo Molina, para encargarse de la enseñanza pública, que entonces era conducida por una Intendencia. Fue sometido a presiones políticas, a chantajes y extorsiones. El dictador quería alabanzas, loas, lambisconerías que Pedro no estaba dispuesto a dar. No era su temple ni era el compromiso que había adquirido al venir al país a encargarse de la educación público.
Tuvo que marcharse, y recibió ataques, por la supuesta falta de calidad y capacidad. Sus familiares que estaban en posiciones públicas fueron cancelados y atacados, incluyendo a Federico Henríquez, su tío, que era el rector de la Universidad, entre otros familiares.
Odalis Perez, Néstor Rodríguez y Juan Valdez son intelectuales dominicanos que se encuentran enfrascados en un debate sobre la figura de Pedro Henríquez Ureña, a través de las páginas de este diario. Cada uno reclama un Pedro Henríquez Ureña con el que se sienten comprometido. Pedro es muy grande y da para todos, sin embargo, hace falta que el país conozca más esta figura ejemplar de la intelectualidad dominicana.
¿Ya hizo la República Dominicana el gran homenaje que se merece y que reclama la figura de Pedro Henríquez Ureña? ¿La educación dominicana ha divulgado la figura y los estudios de Pedro sobre la lengua o la identidad dominicana? Aparte de los homenajes y de los premios que llevan su nombre, ¿no les parece que hace falta algo más importante para rescatar y revivir la figura de Pedro Henríquez Ureña?
Es un trabajo que corresponde organizarlo al Ministerio de Cultura, y -ojalá sea posible- y a todo el Estado dominicano.