Lo que está ocurriendo en la República Dominicana, con la intensa campaña de odio y de rechazo a todo lo que represente Haití como país y la comunidad haitiana establecida en nuestro territorio, es algo que a simple vista no permite ver el gravísimo riesgo a que estos aprestos inducen a la sociedad dominicana.
No se trata únicamente del rechazo a una comunidad históricamente vinculada a los dominicanos, que ha rendido beneficios al país con una mano de obra que ha sido utilizada para generar riquezas, en especial en dólares con la industria azucarera. Se trata también de lo que estamos vendiendo ante los ojos del mundo como Estado de Derecho. Lo que vociferamos al mundo es que no queremos que nos echen encima el problema haitiano, que la comunidad internacional debe apoyar ese país a salir de su crisis, sin embargo no podemos poner fin al tráfico humano que se produce cada día por la frontera dominicana con Haití, y que está bajo control del Cuerpo Especializado de Seguridad Fronteriza.
Lo que estamos diciendo es que Haití es un Estado fallido y que no se organiza ni documenta a sus ciudadanos, ni facilita el proceso de regularización de haitianos y dominicanos de ascendencia haitiano iniciado por el gobierno dominicano. Es nuestro deber controlar nuestra soberanía y dejar que sean los haitianos quienes decidan y tomen acciones sobre sus problemas. Del mismo modo que Estados Unidos no ha cuestionado a México como Estado fallido por la existencia de una frontera de casi 3 mil kilómetros y que es utilizada por mexicanos, centroamericanos y gentes de otras latitudes para penetrar al territorio de los Estados Unidos de América.
Las relaciones entre Haití y la República Dominicana son importantes para el desarrollo económico de ambos lados de la frontera. Dajabón, por ejemplo, es una provincia con un mercado binacional vigoroso, que ha permitido una expansión de la producción y de los negocios en general. Interrumpir el mercado de Dajabón, como ha ocurrido antes, tiene repercusiones importantes en la industria avícola nacional, en la porcicultura, en la industria del plástico, de las galletas y embutidos.
Tal vez alguna gente no lo sabe, pero en la República Dominicana hay industrias trabajando exclusivamente para elaborar productos terminados de exclusivo consumo en Haití. Claro, en Haití hay falsificaciones de productos que penetran al mercado nacional, como el ron, los cigarrillos, tabacos aromáticos y otros, que nos afectan. Las autoridades trabajan en reducirlos al mínimo.
En Haití hay industrias dominicanas que utilizan mano de obra haitiana y que exportan en base a los beneficios concedidos por Estados Unidos y Unión Europea a Haití. Quienes no sepan eso, deberían saberlo. No es cierto que los dominicanos estemos perdiendo la soberanía, o que estemos empobreciéndonos por utilizar mano de obra haitiana. Del mismo modo Estados Unidos utiliza mano de obra dominicana, con trabajadores dominicanos sin documentos, y con mexicanos, salvadoreños, venezolanos o nicaragüenses también sin documentos.
En la sociedad dominicana se ha dado la impresión de que estamos ante una situación de pérdida de la nacionalidad. Hay quienes reclaman matar a los haitianos y a los dominicanos que reclaman trato justo y humanitario para todos los que viven en el país, sean haitianos, cubanos o dominicanos. Y los que se piensan con derecho por encima de todo el mundo lo que hacen es salir a las calles con pancartas reclamando la muerte del presidente Danilo Medina por traidor a la patria. Obvio, es una bajeza y una idiotez que no tiene consistencia alguna.
Los grupos radicales haitianos, que los hay, que no quieren saber de los dominicanos, utilizan ahora parte de la propaganda local de los ultranacionalistas para reclamar también odio y violencia contra los dominicanos. Y hasta llegan a auspiciar la quema de la bandera nacional. Aquí ya se han quemado varias banderas haitianas. La muerte de un ciudadano haitiano, ahorcado en un parque de Santiago, amarrado de pies y manos, ha generado mucha ira entre los haitianos. Aún no hay una conclusión de la investigación oficial sobre este tema.
Mientras tanto, el ambiente de negocios entre Haití y Dominicana se nubla. No es posible hablar ahora de ampliar los intercambios, o de sostener nuevas reuniones de coordinación, entre autoridades y empresarios haitianos con autoridades y empresarios dominicanos.
El mensaje del canciller dominicano, Andrés Navarro, con motivo de la agresión de que fue objeto la delegación consular dominicana en febrero, dejó también un ambiente tenso para las autoridades haitianas, que respondieron con dureza a la cancillería dominicana. Haití cambió su embajador y República Dominicana llamó el suyo a consultas.
Hace falta un ambiente de diálogo, hace falta la voz de los empresarios, que incluso son los que tienen la oportunidad de sacar más provecho del buen clima de negocios entre Haití y la República Dominicana. Ojalá que el gobierno esté dispuesto a escuchar nuevas voces y a influir con un mensaje de tranquilidad, de buen tino y de reducir las declaraciones de los funcionarios que están pidiendo guerra.