El cierre de la frontera nuestra con Haití, como derivación forzosa del asesinato del presidente Jovenel Moise, no nos parece la mejor idea en este momento de extrema inestabilidad política en el vecino país.

Si bien es cierto que la República Dominicana ha de adoptar cuantas medidas sean indispensables para garantizar la seguridad en zona tan sensible, valdría la pena sopesar algunas consideraciones.

Por ejemplo, que Haití lleva años inmerso en una cadena de crisis, y el magnicidio que cobró la vida de Moise es un punto de quiebre que coloca a esa nación al borde del precipicio social.

Dos tercios de la población haitiana pasa hambre y 1.5 millones de personas, más del doble que el año pasado, sufren una aguda inseguridad alimentaria. Ni hablar del terror que a diario siembran las bandas criminales en Puerto Príncipe y las luchas intestinas de una clase política animada por ambiciones cuasi tribales.

Vista esa realidad, y con un Presidente acribillado a tiros en su propia residencia, una frontera dominicana clausurada a cal y canto no haría más que incrementar los padecimientos de un pueblo que mira hacia el Este cuando de penurias se trata.

Sin menoscabo de salvaguardar los límites territoriales, el Gobierno haría bien con dejar que la frontera sirva de conducto para aliviar el impulso natural de buscar aquí sustento. Permitir que puedan trasegarse alimentos y otro tipo de ayudas hacia territorio haitiano es, a más de un gesto altamente humanitario, una manera inteligente de reducir tensiones al otro lado.

Un cierre de fronteras en una situación tan explosiva como la que se vive en Haití provocaría mayor angustia y desagradables consecuencias en caso de que allí se produjera una estampida social como resultado de la violencia, el caos y la hambruna.

República Dominicana debe actuar con inteligencia y sin escandalizarse, en lo que los haitianos encuentran el camino a su normalización. Mal haría la sociedad hacer caso a un legislador que esta semana pidió a los ciudadanos que viven en la frontera armarse para repeler a los haitianos que penetren a territorio dominicano.

El gobierno, las fuerzas militares, la sociedad civil y los organismos de inteligencia del país deben trabajar de la mano para contribuir con la tranquilidad, la paz, el sosiego y la democracia en Haití.