Altagracia Ortiz Gómez, periodista del diario Hoy, ha pulsado una herida putrefacta en el cuerpo social dominicano: Las residencias médicas en los hospitales dominicanos. Y lo que ha salido es una pus hedionda y vergonzosa para todos los profesionales serios de la medicina, y para las instituciones que se han ocupado con honestidad de impulsar profesionales de la salud responsables y bien formados, que los hay.
De acuerdo con la publicación del diario Hoy, de esta semana, de más de cinco mil artículos publicados, que se utilizan como aval para alcanzar las plazas en las residencias médicas, apenas 60 son originales, y casi el cien por ciento de las publicaciones son plagios e inventos sin consistencia.
Y peor aún, lo que dicen algunos funcionarios del área de salud, y líderes gramiales, es que casi todo el mundo sabe que esa realidad está ahí y no hay manera de hacerle frente. Nadie hace lo que corresponde para que las residencias médicas comiencen a tener algo de respeto. El fraude es mayúsculo contra el Estado, contra los pacientes, del sector público y del privado, que ponen sus vidas en manos de “profesionales” de la salud que tienen estos casos de deshonestidad.
En el seguimiento de la historia de Altagracia Ortiz, los doctores Nelson Rodriguez Monegro, pasado director del Servicio Nacional de Salud, y Bernardo Defilló, Superintendente de Salud y Riesgos Laborales del Sistema de Seguridad Social, dijeron lo siguiente:
“La falsificación y plagio de artículos para lograr puntos y obtener subespecialidades y residencias médicas es una vieja práctica que revela la existencia de una cultura de fraude sin consecuencias, y de una sociedad éticamente enferma”. ¿Alguien quiere escuchar algo más lamentable y representativo de la sociedad dominicana de hoy?
“Existe una cultura del fraude, sin consecuencias, muchos sacan beneficios de eso, menos los que no tienen padrinos”, según Nelson Rodríguez, y para ser incluido en alguna lista de “investigaciones”, hay que pagar un mínimo de 20 mil pesos. “Este es un país con poca regulación, y poca organización, eso facilita el fraude aun en sectores profesionales, aquí cualquiera se inventa un título, una tesis, y hasta una especialidad, y a eso hay que ponerle coto”, le dijo Rodríguez Monegro a Altagracia Ortiz.
La Procuraduría General de la República ha dicho que investigará el caso. Ojalá encuentre motivos para escarbar y encuentre y sancione, y tal vez comienza a ponerse fin a esta cultura del fraude en un área realmente sensible.
Las propias residencias médicas deben ser investigadas a fondo, porque en ellas hay abuso de poder, y los hijos de los médicos que estudian la misma carrera y desean ingresar a residencias médicas siempre obtienen puestos. También hay acoso sexual contra las profesionales de la salud y otros abusos que pueden resultar inescrupulosos y que deben ser identificados y sancionados.
Es un tema que afecta directamente a cada ciudadano dominicano. El trabajo periodístico de Altagracia Ortiz Gómez merece el reconocimiento, y ella como preocupada y profesional del periodismo también necesita del respeto y el elogio, ante la desconsideración y vagabundería de desaprensivos que intentan ocultar la parte podrida del cuerpo dominicano que ella valientemente ha mostrado.