El año que termina será difícil de olvidar. El impacto del coronavirus en nuestras vidas ha significado un antes y un después. Respecto al después, a pesar de tener más incertidumbre que certeza, no debemos renunciar a la esperanza. Termina un año de muchos sufrimientos, pero también de grandes aprendizajes. Estas pudieran ser lecciones que deben ser aprendidas:

  • En materia sanitaria no hay soberanía
  • Un simple virus produjo una crisis global y total de la que aún no sabemos cuándo y cómo nos recuperaremos
  • Sin embargo, las armas más eficaces contra el coronavirus, muy simples: uso de mascarilla, distanciamiento físico y lavarse las manos con agua y jabón
  • La proximidad de la muerte hace que se valorice más la vida
  • Nos dimos cuenta que se puede vivir solo con lo necesario
  • En el distanciamiento, la palabra escrita o hablada y la imagen electrónica permitieron expresar sentimientos
  • A pesar de la imposición inesperada, la virtualidad abre enormes posibilidades que debemos aprovechar
  • Dejamos de tener prisa y todo se detuvo, menos la naturaleza, que se regeneró al detenerse la acción humana depredadora
  • El confinamiento permitió estar más tiempo con nosotros mismos y valorar las relaciones familiares y las amistades. La soledad se transformó en una gran compañía
  • Nos percatamos lo mucho que dependemos del otro y de los otros y de que no hay salvación individual sin la solidaridad de los demás. Supimos la importancia del nosotros

En medio aún de las dificultades, hay lugar para la esperanza. Volveremos pronto a abrazarnos y compartir. Mientras tanto, feliz navidad, esperando que el nuevo año sea mucho mejor que el que termina.