Un país donde todos los días hay asesinatos. Un país donde la gente vive con miedo de la delincuencia común y con indignación por la corrupción institucionalizada. Un país donde las mujeres por nuestra condición de mujeres, estamos en peligro de muerte todos los días. Un país en donde en una semana se encuentran tres cuerpos de jóvenes mujeres asesinadas; casi nos conduce al síndrome de la desesperanza. La gente está reflejando su impotencia pidiendo “sangre”, hay un paroxismo sobre el deseo de venganza, no hay confianza en el funcionamiento del Estado. Hay que reflexionar sobre lo que nos pasa, definitivamente y lamentablemente nos arropa la violencia.

Estoy convencida de que la violencia contra la mujer y los feminicidios, no están siendo abordados de forma pertinente, adecuada y oportuna ¿De qué nos sirve que el Estado Dominicano ratificara en 1982 la Convención sobre la Eliminación de toda forma de discriminación contra la mujer? ¿De qué nos sirve que el Estado Dominicano ratificara en 1995 la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer?

¿De qué nos está sirviendo que nuestra Constitución en su artículo 39, acápite 4, rece:

“La mujer y el hombre son iguales ante la ley. Se prohíbe cualquier acto que tenga como objetivo o resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad de los derechos fundamentales de mujeres y hombres. Se promoverán las medidas necesarias para garantizar la erradicación de las desigualdades y la discriminación de género”? 

¿De qué nos está sirviendo que nuestra Constitución en su artículo 42, acápite 2, rece:

Se condena la violencia intrafamiliar y de género en cualquiera de sus formas. El Estado garantizará mediante ley la adopción de medidas necesarias para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer”?

El país ha asumido múltiples compromisos en estas Convenciones, que forman parte del Bloque de Constitucionalidad, vale la pena mencionar algunos: adoptar políticas orientadas a actuar con la debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia contra la mujer; modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, incluyendo el diseño de programas de educación formales y no formales apropiados a todo nivel del proceso educativo, para contrarrestar prejuicios y costumbres y todo otro tipo de prácticas que se basen en la premisa de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los géneros o en los papeles estereotipados para el hombre y la mujer que legitimizan o exacerban la violencia contra la mujer; ofrecer a la mujer objeto de violencia acceso a programas eficaces de rehabilitación y capacitación que le permitan participar plenamente en la vida pública, privada y social;

Sigo preguntándome, ¿El Estado ha sido eficiente aplicando estas medidas y todas las otras que establecen estas convenciones y la constitución? ¿Si así fuese, estaríamos en la situación que estamos?

La República Dominicana debería catalogar de epidemia los feminicidios, pues son un problema social, de salud pública, legal y cultural que afecta de manera particular a las mujeres. Recordemos algunos casos del este año, marzo fue especialmente cruel: encontraron a Loraine de los Santos, con evidentes signos de violación y golpes que le causaron la muerte. A Vianela Reynoso, con signos de violación y un agujero en la cabeza Un día después a Dari Caterin Henríquez, también con signos de violación y el rostro desfigurado. A Isabela Valdez, en la misma condición. Darlennys Bastardo, de 12 años, fue sustraída de su casa, violada y ultimada de varias puñaladas. Y también encontraron el cadáver de Gilda Sánchez, con signos de violación. En junio, encontraron a Dominga Bautista descuartizada. En julio, a Marisol Martínez, con signos de asfixia y golpes.

Y el terrible e inolvidable agosto, que nos deja varios cuerpos de mujeres asesinadas por la misoginia naturalizada y defendida socialmente. Aunque ahora estos hechos nos consternen y el caso de Emely se convirtiera en icónico, (porque las personas envueltas y la crueldad evidente, le otorgaron una especial trascendencia). Como es sabido, buscando a Emely encontraron el cuerpo de Dioskairy Gómez, en unos matorrales, con moretones y el rostro quemado. Y encontraron a Rosalinda Yan Pérez, en el baño de una vivienda en construcción con un trapo alrededor de su cuello. Yo, lo que me pregunto todos los días, desde ese día, es si fue coincidencia que aparecieran dos cadáveres precisamente ese día; O será que si salimos a buscar por ahí, seguiremos encontrando cuerpos de mujeres mutilados, asesinadas, con la complicidad de un Estado que evidentemente no está haciendo lo que tiene que hacer, para que esto no ocurra.

Si queremos una mejor sociedad tenemos que hacerla, si queremos mejores personas, tenemos que actuar como queremos que sean. Las investigaciones sobre la violencia contra la mujer, se han encargado de afirmar que esta se produce por una actitud aprendida; con patrones valóricos que han otorgado preeminencia a los hombres y sitúa a las mujeres como ciudadanas de segunda categoría, propiedad de alguien y al servicio de los hombres. Esta forma de comportamiento se vincula al ejercicio del poder, que debemos cuestionar si queremos erradicarla. Es urgente y necesario que de inmediato se creer y apliquen políticas públicas basadas en un paradigma de igualdad y liberación. Es urgente, es necesario, tenemos que aprender otro modelo de lo humano.

Que la consternación de estos hechos, nos sirva para realmente incidir en la modificación de las estructuras culturales y sociales, hacia la comprensión de que la revolución del mundo, pasa por la liberación de las mujeres.