El ministro de la Presidencia, Gustavo Montalvo, dijo ayer que el gobierno no extenderá el período de emergencia nacional. Este viernes 17 se cumplirá un mes en encierro casi total de actividades, y los datos aportados por el Ministerio de Economía y Planificación nos están indicando una gravísima situación de decrecimiento de la economía y una baja intensa en las recaudaciones fiscales.

Los servicios han disminuido, al igual que el turismo, las zonas francas y las exportaciones. La actividad industrial está en los mínimos históricos. La construcción igualmente se encuentra paralizada, como la agropecuaria. La inversión extranjera sigue afectada, y el dinero sigue encareciéndose. La única ventaja comparativa es que el precio del oro se ha elevado a 1,788 dólares la onza, lo que representa un aumento de las ganancias de las ventas de oro de la firma Barrick Pueblo Viejo. Pero no habrá compensación con las demás pérdidas.

La reunión de ayer en el Palacio Nacional con empresarios para comenzar a planear el retorno gradual de las actividades es positiva. La promesa de ayer de Gustavo Montalvo es también un aliciente, especialmente para los más pauperizados.

Tenemos los mismos dilemas que tienen países como Estados Unidos, España, Italia y China. Retornar a las actividades económicas para que la gente haga su vida normal, pero estableciendo controles al máximo y recurriendo a la autoprotección.

El problema es que no avanzamos como debíamos hacerlo en la parte de salud. El día de ayer fue cuando aumentó al número máximo de nuevos casos desde el 19 de marzo. El reporte número 27 del ministerio de salud nos dijo que hubo 328 nuevos casos. El 14 de abril hubo 200 nuevos casos, el 13 de abril hubo 271 nuevos casos y el 9 de abril hubo 238 nuevos casos. Este último era el más alto número entre un boletín y otro.

En este momento pareciera que estamos en la cumbre de la expansión, y por tanto resulta atrevido pensar en permitir la apertura de actividades. Tal vez se espera que entre este 17 de abril y el 30 de este mismo mes haya una disminución de casos. No parece que resulte, pues el ministro de Salud dijo que está de acuerdo con el endurecimiento de las restricciones. No parece haber coherencia en el gobierno o en la Comisión de Alto Nivel para el Combate al Coronavirus.

Tenemos los mismos dilemas que tienen países como Estados Unidos, España, Italia y China. Retornar a las actividades económicas para que la gente haga su vida normal, pero estableciendo controles al máximo y recurriendo a la autoprotección.

La cultura dominicana, añadida a la falta de educación, a la desobediencia natural a las disposiciones legales y orientaciones de las autoridades, han puesto en evidencia que la gente sigue relacionándose con mucha intensidad. Los más pobres, especialmente, visitando los mercados, los supermercados, los bancos y buscando los programas de apoyo del gobierno.

Aquí hace falta coherencia del gobierno. La economía no puede retomarse en sus servicios y todas las actividades sin tomar en cuenta las condiciones de salud. Para nosotros la salud debe ser lo primero. El cuidado de las personas, la protección de las vidas de los ciudadanos. El riesgo sigue siendo alto. Ya casi llegamos a los 200 fallecidos por el virus, y tenemos más de 3,600 infectados. Y no hay signos de reducción. Y no tenemos mascarillas, ni hay una política de autoprotección con las mascarillas, ni hay respiradores suficientes, ni hay unidades de cuidados intensivos en cantidad suficientes, ni hay pruebas PCR ni rápidas suficientes. Ese es nuestro nudo.

Y carecemos de una estrategia nacional. Hay elementos para una estrategia nacional. Ponemos recursos y apoyos para paliar la infección, pero ella sigue creciendo. Tenemos atención limitada para los infectados. Tenemos cientos de personas en unidades de cuidados intensivos, y contamos con una pobreza y una desigualdad que el gobierno carece de recursos para brindar apoyo a todos los que necesitan salir a las calles para alimentarse. Ese es nuestro dilema.

Hay que revisar lo que hemos hecho en salud. Hay que apoyar al ministro de salud, Rafael Sánchez Cárdenas, que se ve agotado. Que se repite a diario.

Lo que ha dicho el Ministerio de Economía y Planificación es lo siguiente:

  1. En el corto plazo es previsible que la reactivación de estas actividades se produzca de forma gradual para evitar la reaparición de un nuevo brote, y en consecuencia, es vital el apoyo financiero -costo más bajo y horizonte temporal de más largo plazo-, para las actividades estratégicas de la economía, aquellas que engloban más del 30% del PIB en 2019, de mayor incidencia en el empleo y con alto efecto multiplicador en otros sectores.
  2. Enfocar el apoyo de forma especial a las MIPYMES -más afectadas por la pandemia-; y en consideración a su limitado acceso a la banca formal.
  3. Por el lado fiscal, se podría valorar la posibilidad de una amnistía, condicionada al mantenimiento de nómina por un periodo de tiempo determinado.
  4. Para la actividad del turismo, las prácticas internacionales sugieren un activo acompañamiento en la promoción mostrando las riquezas del territorio.

Estas recomendaciones, aunque parecieran conclusiones, nos dejan en babia. Estamos en incertidumbre, con la suerte o la mala suerte de que el presidente jamás ha querido volver a decir nada. Y tampoco hay investigadores analizando los efectos de las medidas gubernamentales, en todos los ámbitos, especialmente en salud.