Hace muy bien el gobierno dominicano en colocar la mayor atención a la prevención para afrontar las lesiones que deja el virus del Zika en las personas, especialmente las mujeres embarazadas, debido a los efectos congénitos que acarrea la infección.

Ya la Organización Mundial de la Salud declaró una emergencia internacional por este virus, que se transmite por mosquitos, y que se detectó el Brasil el año pasado, y desde entonces se ha diseminado por más de 20 países.

La mayor de todas las preocupaciones con el Zika es la microcefalia, una anomalía consistente en el desarrollo insuficiente del cráneo de los recién nacidos. La microcefalia se asocia con daños cerebrales. Y lo que Brasil ha reportado es terriblemente preocupante. Tenía un promedio anual de 163 microcefalias, pero en los últimos cuatro meses se han reportado más de 3,500 casos en recién nacidos. Aunque no es concluyente la investigaciónn al respecto, se cree que el aumento está relacionado con el virus del Zika.

Los países de Centroamérica están alarmados y ya comenzaron a tomar medidas drásticas para evitar esta tragedia que padece Brasil. Nicaragua, Colombia, El Salvador, Honduras, Costa Rica han tomado medidas drásticas para impedir que las mujeres se embaracen por lo menos durante un año. Es obvio que esta medida no será posible de cumplir. Son muchas las causas de los embarazos, y no necesariamente existe educación, información y conciencia para detener los embarazos. Por ejemplo qué se hace con los embarazos no deseados. No hay respuestas en una región en donde existen leyes punitivas en altísimo grado por el aborto, en donde ni siquiera los abortos por violaciones, por malformaciones congénitas o cuando está en peligro la vida de la madre se permiten.

No hay tratamiento para el virus del Zika hasta el momento. Los exámenes de detección no son confiables. El Ministerio de Salud Pública de República Dominicana envió los primeros 17 casos sospechosos a laboratorios en el exterior, y 10 de ellos resultaron positivos.

Hay que recurrir a la fumigación preventiva, a la eliminación de los criaderos de los mosquitos, a la información más amplia posible para que las personas, pese a las precarias condiciones en que viven, realicen esfuerzos adicionales y no permitan la acumulación de aguas que sirvan o faciliten la reproducción de los mosquitos.

Las condiciones de pobreza de nuestra sociedad, que afecta a más del 40 por ciento de los hogares, es un cultivo atractivo para la reproducción rápida del Zika. Hay datos sobre lo que ha pasado en Brasil, por ejemplo.

Las mujeres pobres y aquellas que viven en áreas rurales, donde el contacto con los mosquitos es parte de la cotidianidad, son más propensas a infectarse y es menos probable que tengan acceso a educación sexual, métodos anticonceptivos y servicios de aborto seguro, cuando son legales. En Brasil, por ejemplo, la epidemia se concentra en mujeres jóvenes, pobres y pertenecientes a pueblos indígenas y afrodescendientes, que viven en las áreas menos desarrolladas del país.

Las mujeres jóvenes están especialmente en riesgo de tener embarazos no deseados, debido a la falta de educación para la sexualidad y los tabúes alrededor de la misma: el 22% de las adolescentes en América Latina y el Caribe afirman haber tenido relaciones sexuales antes de los 15 años. Este es el porcentaje más alto a nivel mundial.

El país debe dar apoyo a todas las acciones que emprendan las autoridades para hacerle frente a este peligroso virus, que ya está con nosotros, y que nos afectará con más fuerza en la medida en que seamos menos solidarios, en que estemos menos informados, y en la medida que no hagamos casos a las recomendaciones de nuestras autoridades de Salud.