El candidato del Partido Revolucionario Dominicano, Hipólito Mejía, reitera su propensión a hablar, sin explicar, las motivaciones de sus ideas. Lanzó dos o tres cohetes verbales en un ambiente de militares en retiro, y afirmó que la dictadura de Trujillo tuvo cosas buenas, a tiempo que se declaró enemigo del concepto de “libertad patológica”.

¿Qué quiso decir Hipólito Mejía? Nadie lo sabe, solamente él, que dijo estas frases que han servido para enardecer los ánimos del discurso reivindicativo, incluyendo la protección de la democracia, como si con sus frases cohetes Hipólito Mejía estuviese actuando contrario al régimen democrático.

Habría que esperar a que Mejía explique con lujo de detalles lo que quiso decir. Todo lo que ha habido desde entonces son interpretaciones.

Oportuno es precisar que, lamentablemente, el trujillismo ha sido una constante en el pensamiento político dominicano. Por esas aberraciones y distorsiones de la historia (¿o por simple libertad de pensamiento y elección?), decenas de intelectuales, historiadores, cuentistas, políticos y periodistas se han dedicado a reivindicar a Trujillo.

Alguna gente en la calle reivindica el orden, la disciplina, la mano dura, la represión, la fortaleza económica, el alegado moralismo (en el supuesto de que cuando “El Jefe” mandaba “sólo robaba él”) y muchas otras cosas de la dictadura que sufrió el pueblo dominicano por casi 32 años, desde 1930 hasta mediados de 1961.

Sólos fanáticos y los ignorantes andan alabando y resaltando los dizque “aportes” de Trujillo a la República Dominicana. La creación de una nueva moneda y la fundación de entidades como el Banco Central no se debieron a un supuesto fervor nacionalista ni patriótico de Trujillo y quienes le servían, ni tampoco a su acierto y creatividad, sino a las directrices provenientes de los centros de las decisiones mundiales en economía y en política. Todos los países latinoamericanos crearon sus bancos centrales desde comienzos o a mediados del siglo XX; ese no fue un hecho aislado de República Dominicana.

El otro mito, del nacionalismo y el patriotismo, no resiste el menor análisis, Trujillo fue un traidor que sirvió a un gobierno extranjero que invadió y sometió al pueblo dominicano. La carrera de matón de Trujillo comenzó enrolándose al ejército de ocupación que crearon los norteamericanos en el período 1916-1924. EE.UU apoyó y sostuvo a Trujillo hasta que entendió que no le era útil, como hacen las potencias con todos los déspotas del Tercer Mundo, que en su estulticia llegan a creerse que son predestinados y que son amados por sus pueblos.

Un mito más es el que afirma que todos los dominicanos eran trujillistas. El pueblo dominicano estaba obligando a someterse al tirano, y no se le permitía ni la más mínima disensión. Claro que 30 años de intensiva y generalizada propaganda alienó a muchos, sobre todo a los más ignorantes, hasta hacerles creer toda esa mentira.

Por otro lado, hay que recordar que el Ministerio de Cultura, recientemente, premió una “novela” de Aída Trujillo, hija de Ramfis Trujillo (tan ladrón y asesino como su padre), titulada “A la sombra de mi abuelo”. Una metida de pata, no sólo por la dudosa calidad del libro, sino porque toda referencia elogiosa al trujillismo está proscrita legalmente en el país.

Hay que tomar en cuenta que el aparato del Estado y mediático del país, incluyendo presencia personal de un nieto de Trujillo, dio apoyo a la presentación virtual, con intenciones de que fuera real, del libro de Angelita Trujillo, titulado “Trujillo, mi padre”, en donde reparte difamaciones e imputaciones irresponsables contra los héroes del 30 de mayo y contra familias de reconocida respetabilidad nacional.

La frase de Hipólito Mejía es reprochable, y merece que el país le reclame más prudencia y hasta una disculpa pública, pero ahora hay una campaña política y mucha gente quiere aprovechar esa metida de pata para exhibir un antitrujillismo del cual desdicen con sus prácticas antidemocráticas desde los aparatos estatales, puro trujillismo que todavía hoy sufre el pueblo dominicano

Recientemente, con el aval de los líderes del gobierno y del Partido de la Liberación Dominicana, Euclides Gutiérrez Félix, miembro del Comité Político del PLD, puso a circular su libro “Trujillo, monarca sin corona”, en el que no solamente dice lo que ha repetido Hipólito Mejía, sino que profundiza en su reivindicación política del sátrapa.

La historia política y cultural dominicana está llena de hipocresía. El aparato del Estado dominicano sigue siendo, en la práctica, permeado por conductas trujillistas. El 30 de mayo se cumplieron 50 años del ajusticiamiento del tirano, pero seguimos profundamente corrompidos, limitados en extremo en prácticas democráticas, como lo vimos en la Cámara de Diputados con un presidente de ese organismo, un hombre joven, arreando a los legisladores en el más puro y viejo estilo trujillista para que aprobaran un presupuesto contrario a varios mandatos legales y al sentimiento colectivo de la sociedad dominicana.

Estamos siendo testigos de prácticas de nepotismo, a la usanza trujillista, en organismos como la Junta Central Electoral, que tiene una grandísima responsabilidad en potenciar el proceso democrático dominicano, y su principal directivo se comporta como si fuese un Trujillo.

El trujillismo de Hipólito Mejía es reprochable, si con sus frases se le puede identificar como promotor de la idea de la dictadura. Es grave, porque él tiene posibilidad de ser presidente de la República. Claro que sí.

Balaguer, sin embargo, fue presidente de la República cuando Trujillo era el dictador, y posteriormente siguió siendo presidente de la República por 12 años sangrientos, y luego por 10 años más, continuó siendo trujillista y murió como un hombre agradecido de Trujillo. Sólo hay que leer su libro “Memorias de un cortesano de la Era de Trujillo”.

Y Balaguer fue un aliado fundamental de Leonel Fernández y de Danilo Medina, quienes lo elogian y alaban incluso más que a Juan Bosch, que se supone el líder de todos los peledeístas.

Todos recordamos el triste espectáculo de ver a los entonces jóvenes y prometedores líderes Leonel Fernández y Jaime David Fernández Mirabal, este último sobrino de las hermanas Mirabal por demás, levantando las manos junto al más fiel de los serviles de Trujillo, al dejar pactado el mal llamado Frente “Patriótico” para la elecciones de 1996.

Balaguer, incluso, con todo y su historial de servil de Trujillo, a los  96 años fue candidato presidencial en los comicios del 2000 y obtuvo el 25% de los votos.

La frase de Hipólito Mejía es reprochable, y merece que el país le reclame más prudencia y hasta una disculpa pública, pero ahora hay una campaña política y mucha gente quiere aprovechar esa metida de pata para exhibir un antitrujillismo del cual desdicen con sus prácticas antidemocráticas desde los aparatos estatales, puro trujillismo que todavía hoy sufre el pueblo dominicano.

Ojalá que el antitrujillismo real se expresara, como lo están haciendo las fundaciones que reivindican el legado de los héroes del 30 de Mayo y del 14 de Junio.

Lo que no pasa de ser simple oportunismo político, en medio de una campaña electoral, es que algunos dirigentes, cuyas prácticas no se distancian del trujillismo, ahora quieran hacer del yerro de Hipólito Mejía una causa “patriótica”.

Al PLD y a sus aliados simplemente no les luce, cuando en su propio litoral abundan los trujillistas confesos y no arrepentidos, e incluso hasta parientes del tirano.