Hoy se conmemora el Día Mundial Para la Prevención del Suicidio.
Según la OMS a nivel mundial alrededor de 800,000.00 personas se suicidan cada año, esto equivale a cerca de un suicidio cada minuto. Por cada suicidio, hay múltiples tentativas, se cree que más de 20. De hecho, el intento de suicidio es por mucho el principal factor de riesgo.
Se produce en todos los países, pero cerca del 80% de los suicidios se dan en países de ingresos medios y bajos. La mortalidad por suicidio es superior a la mortalidad total causada por las guerras y los homicidios. Está entre las 10 principales causas de muerte de cada país. Es la segunda causa de muerte en el grupo etario de 15 a 21 años de edad y es una de las tres causas de muerte en la franja de edad entre 15 a 35 años. Esto significa que es un grave problema de salud pública.
El vínculo entre el suicidio y los trastornos mentales (sobre todo con la depresión y el consumo de alcohol), está bien documentado en los países de altos ingresos, pero muchos suicidios se producen impulsivamente en momentos de crisis que menoscaban la capacidad para afrontar las tensiones de la vida: problemas financieros, las rupturas de relaciones, los dolores y las enfermedades crónicas.
De igual forma son factores de riesgos las experiencias relacionadas con conflictos, con desastres, la violencia, los abusos, las pérdidas, las sensaciones de aislamiento. Por igual hay grupo de población que por ser objetos de discriminación son vulnerables: los refugiados, los migrantes, las comunidades indígenas, los reclusos, la comunidad LGBTI.
Siguiendo con la OMS, en general las tasas de suicidio en Latinoamérica y el Caribe han aumentado a partir del 1990. La mayoría de los suicidios en la región se producen en las personas de 25 a 44 años, en donde el Caribe no – Hispano y América del Norte tienen las tasas de suicidios más elevadas.
En la República Dominicana los registros de los últimos 10 años indican que el número de casos consolidados nos da una media 574 suicidios por año y una tasa consolidada de 6.5. En el 2018 el número de casos de suicidios fue de 540, en donde la provincia de Santo Domingo tuvo la mayor cantidad con un total de 86 casos, seguido de Santiago con 63 casos y del Distrito Nacional con 54 casos. En el extremo opuesto se mantuvo Pedernales sin reportar casos por segundo año consecutivo.
Del total de casos registrados, 546 (84,4%), correspondieron al sexo masculino, mientras que 83 casos (15,4%) fueron del sexo femenino. Del total de suicidios, 510 (94,5%), fueron mayores de 18 años, mientras que menores a dicha edad fueron 30 (5,5%).
La ocurrencia del hecho fue mayormente en la vivienda, con 380 casos, seguido del solar o el monte con 56 casos y en tercer lugar la vía publica con 35 casos.
Del total de suicidios consumados, 510 (94,4%), correspondieron a dominicanos y 30 (5,5%), a extranjeros.
Del total de casos 289 (53,5%), se registra como motivo principal la depresión, mientras que en segundo lugar con 191 (35,4%), se desconoce el móvil.
En los primeros 6 meses de este año 2019 se registran 284 suicidios, 275 hombres y 37 mujeres.
No obstante, el suicidio se puede prevenir: al restringir el acceso a los medios de suicidio, al elaborar políticas orientadas a reducir el uso nocivo de alcohol, al capacitar al personal de salud no especializado en la evaluación y la gestión de conductas suicidas, al realizar intervenciones escolares, al identificar temprano y atender y tratar a personas con problemas de salud mental, en abuso de sustancias, con dolores crónicos y trastorno emocional agudo. Cuando se le da seguimiento a la persona que intento el suicidio y se le presta el apoyo comunitario. Cuando se da información responsable por parte de los medios de comunicación.
El Suicido es prevenible, no importa el lugar, la edad, el sexo ni la condición social. Toda prevención inicia con la identificación de síntomas de alarma. Hay una asociación muy estrecha entre la depresión y suicidio: más de un 85% de las personas depresivas lo verán como una opción que puede llegar hasta el intento. Hay que rastrear esa idea, hacerla consciente y trabajarla. Si emite alguna señal de sus intenciones, de inmediato hay que actuar para ayudar a disuadirla. Todo intento suicida refleja un sufrimiento y es nuestro deber tomarlo en serio. Todo esfuerzo para evitarlo es poco.
Hay que dejar estigmatizar el acto de quitarse la vida, toda burla, menosprecio o dificultad de acceso a recursos y oportunidades es una agresión a la dignidad de una persona que trae ya un déficit de vida, un vacío del ser. Hacemos prevención cuando no culpabilizamos ni al que lo intenta, ni al que lo consuma, ni a su entorno.
Este ha sido un problema que la sociedad silencia. Pero el silencio no puede ser generalizado y no se debe temer hablar del tema muerte con quien se sospecha que le ronda la idea. La muerte nunca es un consuelo, tampoco es la solución a ningún tipo de mal, cual que sea. Hay que fomentar la comunicación para intentar la disuasión y posterior derivación a un especialista.
Nadie quiere morir, ni siquiera el que muere por suicidio. No sabemos aún de cómo los circuitos neuronales dan lugar al pensamiento íntimo, personal y subjetivo. El cerebro no se entiende en una conexión aislada sino en una conexión social, pero lucha por entenderse así mismo. Si el que tiene la idea suicida encuentra una salida en su mente a su sufrimiento, entonces no se suicida. Es nuestro deber convertirnos en actores solidarios al tender la mano para salvar vidas.