Hemos de volver sobre nuestro  Congreso Nacional. Al aprobar en primer lectura una ley que cambiaría el nombre de la avenida Charles Sumner  por el de Rafael Corporán de los Santos, el Senado comete un yerro mayúsculo.

Nos oponemos a ese lamentable desaguisado por razones históricas de peso que, al parecer, nuestros distinguidos senadores no alcanzaron a sopesar debidamente. O fueron incapaces de ello.

Corporán de los Santos, como popular radiodifusor, animador de televisión y promotor de obras sociales, se distinguió en nuestros medios, y su trayectoria le hace merecedor de un reconocimiento a cualquier nivel. El nombre de una avenida, por ejemplo.

Pero retirar el nombre de Sumner a una vía para hacer honor a otra persona es no solo desvestir un santo para vestir otro. Es también una muestra palmaria de la ignorancia que permea amplios segmentos del poder político criollo.

Por demás, ningún Senado en un país que se precie de organizado dedica su tiempo a designar calles, lo que ha de ser tarea de los cabildos.

Sumner, un notable estadista y orador norteamericano, fue un cercano colaborador de Abraham Lincoln y propulsor entusiasta de la abolición de la esclavitud.

En la segunda mitad del siglo 19, malos dominicanos emprendieron tratativas para anexionar a Estados Unidos una parte de nuestro territorio. El entonces senador de Massachusetts  Charles Sumner encabezó una ardiente oposición al despropósito antipatriótico en el Congreso de Estados Unidos, el que finalmente no prosperó.

No existiendo argumentación alguna para justificar barrabasada como la que acaba de aprobar el Senado, peor es derivar dicha iniciativa en el hecho de que en esa avenida funcionaron las oficinas de Corporán de los Santos.

¿Por qué no una calle o avenida con su nombre en el barrio donde nació? ¿O en una nueva urbanización? O alguna vía con apellido vergonzoso que hace rato debió ser retirado?

Por demás, ningún Senado en un país que se precie de organizado dedica su tiempo a designar calles, lo que ha de ser tarea de los cabildos. Un Congreso como el nuestro, ahíto de proyectos que llevan décadas en gavetas ya carcomidas por la desidia, debiera dedicarse a lo suyo, legislar con sentido del tiempo. Y legislar bien.

Porque de tan caro que sale a los bolsillos del contribuyente, y entre tanto boato, viáticos, exoneraciones y barrilito, ¿por qué el Senado no se gasta unos cuantos pesos en un breve curso de historia dominicana?