Todo liderazgo implica una responsabilidad y honestidad que sobrepasa las concepciones ideológicas y las convicciones religiosas. Ser líder y representar grupos sociales, étnicos, religiosos implica asumir frente a los seguidores y frente a los adversarios una honestidad y un respeto a las reglas de convivencia, a las leyes y normas que pautan el buen vivir.
Cuando se es presidente de un país se asume un compromiso muy grande, especialmente en la protección de los ciudadanos y en la protección de las instituciones a las que se supone se defiende. Los actos privados, personales, económicos, sociales, políticos, religiosos, y los actos públicos -en el más amplio sentido, dejan consecuencias.
El papa Francisco, por ejemplo, que es cabeza de la Iglesia Católica, con más de 1,329 millones de seguidores en todo el mundo, jamás muestra las marcas de los productos que utiliza, que consume, ni sus alimentos, y tampoco se sabe sobre sus usos y costumbres de medios de comunicación, marca de ropa, entre muchas otras cosas. Algo tan simple como esto, o la marca del agua embotellada que toma, se muestra. Si lo hicieran eso tendría consecuencias de consumo, comerciales y hasta de salud para muchos.
Tomemos un caso trágico cercano a los Estados Unidos, muy conocido. El caso del guyanés James Warren «Jim» Jones, un pastor fundamentalista, fundador y líder de la secta Templo del Pueblo. Luego de imponerse como líder de su secta religiosa indujo al suicidio colectivo, el 18 de noviembre de 1978, a 917 personas, incluyendo niños, adolescentes, adultos y personas adultas mayores.
Lo ocurrido en Washington el 6 de enero, cuando el Congreso se preparaba para conocer las actas de aprobación de las elecciones en los diversos Estados, fue un manifiesto acto de irresponsabilidad del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Sin pruebas, sin admitir su derrota, indujo a miles de seguidores a marchar en Washington y asaltar las instalaciones del Capitolio. Los arengó previamente, les dio un discurso de impulso de sus odios y rechazo a los resultados electorales, y produjo una tragedia que rompe la tradición democrática de los procesos electorales de los Estados Unidos, desprestigió una tradición y una historia de ese país, y fue el auspiciador de una tragedia que quitó la vida a 4 personas y puso en riesgo el sistema político e institucional de la potencia más grande de la historia.
Se trata claramente de un acto irresponsable, de una ruptura del sistema democrático y el sistema electoral norteamericano, que no puede ser excusado por las leyes y la Constitución de esa nación. Aunque está apenas a 13 días de entregar el poder, Donald Trump ha cometido traición al ánimo democrático y justo que representan las elecciones. Ha emulado el ejemplo de los dictadores más despreciables, que se asumen como los únicos con condiciones para dirigir un país o para colocarse en la posición de mando en cualquier evento que sea sometido al voto popular. Si es elegida otra persona, se trata entonces de un fraude, y llama a sus hordas a volcarse a las calles o contra las instituciones democráticas.
Se trató de un intento de golpe de Estado, inexcusable e inadmisible, en esta etapa de nuestra historia, y más en Estados Unidos, que está afectado como ningún otro país por la pandemia de Covid-19, ahora con más de 21 millones de personas infectadas y casi 400 ml ciudadanos fallecidos.
El problema es qué hacer con Donald Trump y su traición. ¿Destituirlo ahora, pese a que le quedan 13 días para finalizar su mandato? ¿Esperar que termine su mandato y que se marche para su casa? ¿Dejará Trump de animar el odio, el racismo, la xenofobia de los ciudadanos norteamericanos que le siguen? ¿El caudal de votos que obtuvo en las presidenciales, casi 74 millones, no se animaría a apoyarle para futuras acciones violentas? ¿El Partido Republicano, seguirá permitiendo que su nombre se utilice en favor de causas raciales, violentas e irracionales como las que inventa cada día Donald Trump? ¿Formará Donald Trump un partido con sus seguidores, que animen el fascismo y todas las concepciones irracionales que él representa?
Es un gran dilema el que se presenta en este escenario al nuevo gobierno de los Estados Unidos, Joe Biden, y al propio sistema político. Desde ya hay que admitir que Trump representa un riesgo mayor para los partidos políticos en Estados Unidos, y que esa perspectiva hitleriana que representa, tiene posibilidad de seguir expandiéndose -como populismo de nuevo tipo- por el mundo.