Con frecuencia, cuando ha sido puesto en evidencia y atacado por la oposición o por organizaciones de la sociedad civil, la respuesta del gobierno ha sido el silencio. El más largo y poco razonable silencio fue el asumido por el Gobierno cuando se iniciaron y se mantuvieron casi dos años las manifestaciones de Marcha Verde.

Hubo intentos de acciones para desprestigiar las protestas, pero fue elocuente el cierre de boca del gobierno ante los reclamos que se presentaban en cada manifestación, que eran llamadas proclamas, con exigencias de actuaciones del gobierno para detener la impunidad y la corrupción.

Aquel fue un movimiento social de grandes dimensiones. Cientos de miles de personas recorriendo las calles de los pueblos más sonoros y de la capital no fueron suficientes para estimular al gobierno a decir algo.

Ahora el sermón de las Siete Palabras, y las críticas directas del arzobispo de Santo Domingo, Francisco Ozoria, han estimulado a algunos medios a reclamar al gobierno que responda. Incluso algunos han sido más directos, y llaman al presidente Danilo Medina a definirse con claridad, porque en el fondo la cuestión está relacionado con sus intenciones de mantenerse en el poder, por vía de una nueva reelección presidencial.

Danilo Medina no ha sido dado a ofrecer declaraciones a los medios, ni a dar discursos. El pasado 27 de Febrero habló durante dos horas, con un informe leído de las acciones del gobierno en los últimos seis años, y los grandes planes que tiene para los próximos años. En ello se cumple con un mandato constitucional a medias, pero se deja la constancia de que el presidente “está en eso”.

En una entrevista del año pasado, con Jatnna Tavárez, Danilo Medina había fijado el mes de marzo para definirse respecto a una petición que le han hecho y que le siguen haciendo: que se respostule para un tercer período porque dos períodos resultan pocos para un gobierno tan bueno, y que sería un desperdicio que él salga de la presidencia sin completar su obra de gobierno. Marzo pasó, pero todo el mundo sabe que con lo dicho por Danilo en febrero, y por las acciones de sus más cercanos colaboradores, no era muy difícil saber que el presidente y su equipo tienen planes reeleccionistas.

La cuestión ahora es saber cuándo el PLD recibirá la propuesta de cambiar la Constitución y abrirle otra vez la puerta de la reelección a Danilo Medina. Danilo tiene el control del PLD, y tiene el control del Congreso Nacional, y ahora tiene el control de las altas cortes, para resolver cualquier inconveniente jurídico o legislativo que represente un obstáculo para su proyecto continuista. Se trata de una cuestión de “los tiempos”.

En esa espera del mejor momento para lanzar la andanada continuista, llenando las formalidades más o menos conocidas, se cruzó la Semana Santa 2019, y la Iglesia Católica salió con un discurso directo, sin vacilaciones ni ambigüedades, llamando ambiciosos a los funcionarios, identificando la corrupción y relacionando las intenciones de cambiar la constitución con esos actos de corrupción.

Y más que eso. El arzobispo Ozoria ha sido reiterativo en su idea de que estamos encaminados hacia una dictadura. Por la firmeza de los sacerdotes que dijeron las Siete Palabras y que criticaron al gobierno, no parece que haya oportunidad de rectificar el camino emprendido. La Iglesia va contra Danilo y sus planes reeleccionistas, y en ello coincide con la oposición, incluyendo a Leonel Fernández, que se presenta como la principal víctima de la posible reforma de la Constitución. No hay tiempo para más silencio. Tal vez el presidente ni tenga que hablar. Serán sus acciones y las de su equipo las que hablen.

La reunión del sábado 27 de abril, del Comité Central del Partido de la Liberación Dominicana, es el momento clave para que Danilo y sus tropas decidan reagrupar fuerzas y echar adelante su proyecto continuista. El sábado lo sabremos. Ahí terminará este silencio.