Samaná es una de las joyas turísticas de la República Dominicana. Tiene zonas turísticas únicas como Las Terrenas, Portillo o Las Galeras. Samaná tiene dos aeropuertos, un puerto y cuenta con un santuario de ballenas jorobadas que cada año se convierte en un atractivo turístico.
Samaná tiene también exuberantes lugares como El Salto del Limón o Playas como Bahía Rincón, sin lugar a dudas una de las mejores y más extraordinarias del mundo. Una playa debajo de una montaña, con la desembocadura de un río de agua dulce a la falda de la loma.
Es mucho lo que se puede hablar de Samana, por sus bellezas y condiciones climáticas, aparte de la cultura, del calor de su gente y de la confianza cada día mayor que va despertando como destino turístico, con proyectos de gran calidad y seguridad como Balcones del Atlántico o Puerto Bahía, o Vista Mare o Grand Paradise de Amsha Marina, entre muchos otros grupos hoteleros y de inversionistas.
¿A qué vienen estas menciones? A que pese a estas virtudes el pueblo de Samaná se encuentra abandonado, sus calles destruidas, pareciera no tener autoridades por el desorden que ofrece a primera vista, desde que se entra al pueblo.
Lo deseable es que los turistas que acuden a los proyectos de inversiones acudan al pueblo de Samaná, a conocer su malecón, su vieja iglesia, sus calles y disfrutar de la vista extraordinaria que ofrecen los puentes peatonales que comunican al pueblo con varios cayos, y que son uno de los más interesantes atractivos para todo el que visita esa bella ciudad.
Lamentablemente no hay condiciones para disfrutar de ese atractivo turístico. Para entrar a los puentes peatonales hay que estar hospedado en el Hotel Bahía Príncipe, del Grupo Piñero. Si va como visitante, y quiere ir al puente peatonal, debe entrar por una peligrosa callejuela, no es ni siquiera una calle, y quedarse totalmente debajo de la montaña, pasando por un charco de lodo y aguas pestilentes. Y cuando se llega a lo que se llama Playa Escondida, hoy arrabalizada totalmente, se encontrará en un lugar que fue bello, pero que hoy espanta, abandonado, en manos de gente humilde, pero sin criterio ninguno que no sea la expoliación del visitante.
No hay información. No hay guías. No hay seguridad ninguna. Subir al puente es una odisea. Las barandillas de protección para subir y bajar de los puentes desaparecieron. Como eran de metal, al parecer se las robaron todas, y lo que el turista encuentra es algo que da pena y vergüenza, que al Ministerio de Turismo lo deja mal parado. Y en caso de que el Ministerio tenga un subsecretario en Samaná, lo que tendría que hacer es cancelarlo por no defender ni proteger uno de los más bellos y atractivos lugares de esa provincia.
O por lo menos por no impulsar una acción conjunta del gobierno con el sector privado para dignificar las visitas a esos cayos que se conectan a través de los puentes.
El pueblo de Samaná, que debe aprovechar al máximo sus bellezas y atractivos para que los turistas se sientan atraídos a repetir y a invitar a otros turistas a volver, debe mejorar su entorno. Y con más razón debe mejorar el entorno de las zonas con atractivos históricos y únicos como estos puentes peatonales que le enlazan con los cayos.
¿Dónde está el Ministro de Turismo?