"Los funcionarios de este gobierno que crean que el Presidente no se va a enterar si hacen algo mal hecho están equivocados, porque el Presidente se entera", dijo Juan Bosch en un breve discurso pronunciado a mediados de 1963. El Presidente Bosch se refería al caso de un colaborador que fue apartado de la administración pública porque intentó aprovechar sus relaciones y el cargo para sacar ventajas personales.

"Yo tengo amigos, pero no tengo cómplices. Esto que yo estoy haciendo contra la corrupción me va a perseguir toda la vida. Y quien no tenga valentía para hacer frente a esto, que salga. Estoy dispuesto a pagar las consecuencias porque yo estoy convencido de esto", dijo el viernes el presidente Luis Abinader.

La corrupión, el tráfico de influencias y la impunidad constituyeron las razones principales que llevaron a la sociedad dominicana a derrotar en las pasadas elecciones al Partido de la Liberación Dominicana (PLD), que gobernó durnate 16 años consecutivos, además de otros 4 años anteriores.

Los goberantes del PLD podrán exhibir que construyeron grandes obras de infraestructura y que mantuvieron la economía en crecimiento, pero se quemaron por completo en la administración de los recursos que les confió el pueblo dominicano.

Al amparo de la corrupción se enriquecieron de manera escandalosa funcionarios y dirigentes del PLD que antes de entrar al Estado apenas habían tenido lo básico para vivir. Y lo que más irritaba a la ciudadanía era la manera como se exhibían esas riquezas dentro y fuera del territorio nacional.

Los actuales funcionarios deben de estar tan convencidos, como el Presidente Abinader, de que esta lucha para adecentar la administración del Estado no concibe retroceso.

Es mentira que la corrupción en la administración del Estado se tenga que aceptar como un fenómeno inevitable, supuestamente inherente al ejercicio de gobierno y a la práctica política.

No es cierto que todo crecimiento económico deba dejar espacio a la corrupción de funcionarios y de allegados a los gobiernos. No es verdad que sin corrupción no pueda lograrse crecimiento, dinamismo en la gestión pública.

Ahora el presidente Luis Abinader se está empeñando en hacer las cosas de manera distinta. Desde el primer día de gobierno envió un mensaje claro al juramentar a la Procuradora General de la República, Miriam Germán Brito, expresándole que a partir de ese momento solo debía obedecer los mandatos de la Constitución y de las leyes.

En todos los gobiernos hay funcionarios que viven a la caza de cualquier resquicio que les dé la oportunidad para sacar ventajas, para hacer negocios espurios y tratar de enriquecerse a partir de su cargo. A ellos se refería el presidente Abinader el viernes cuando advirtió que tenía amigos, pero no cómplices.

La advertencia del gobernante, más lo anunciado ese mismo día por la Directora de Ética e Integridad Gubernamental, Milagros Ortiz Bosch, sobre el fortalecimiento de la Contraloría General de la República y de la Cámara de Cuentas, la reforma de la Ley de Compras y Contrataciones, entre otras medidas, deben de enviar un mensaje contundente a los actuales funcionarios y servidores del Estado.

Está claro que la lucha contra la corrupción y la impunidad abarca mucho más que las investigaciones y sometimientos de pasados funcionarios públicos, incluye de manera preventiva a todos los que hoy dirigen el Estado. Se trata de crear efectivos mecanismos de prevención y fortalecer el sistema de consecuencias.

El presidente Abinader explicó con énfasis que se está combatiendo una cultura de la corrupción, que está metida en los partidos políticos, las instituciones públicas y privadas, en los grupos empresariales y en instituciones de servicios, como iglesias y organizaciones populares. Ese combate debe darse y a quien hay que acompañar y fortalecer en su lucha es al Presidente de la República.

Los actuales funcionarios deben de estar tan convencidos, como el Presidente Abinader, de que esta lucha para adecentar la administración del Estado no concibe retroceso.

Quienes muestren alguna flaqueza o quieran pasarse de listos, sabrán a qué atenerse, ya que sobre ellos podría caer el peso de las instituciones encargadas de velar por el manejo pulcro de los bienes de la colectividad. Pero, sobre todo, la ciudadanía que repudió a otros por prácticas de corrupción y ahora se mantiene vigilante e implacable, es la mejor aliada del presente Gobierno y sabrá denunciar y poner en evidencia a los que desentonen.