El Partido Revolucionario Dominicano es una fuerza política necesaria para el sistema democrático. Su desempeño, antes y después del proceso electoral del 2012, deja mucho que desear en un partido que tuvo como fundador a Juan Bosch y como líder máximo hasta su muerte a José Francisco Peña Gómez.

Los perredeístas, lamentablemente, cansan con sus diatribas y sus pleitos. Nadie que se precie de democrático, o que desee el bien del país, puede sumarse a un partido cargado de acusaciones y contraacusaciones, de incomprensiones y de gente que por cualquier cosa se lanzan sillas, tiros o se van a una trifulca que a cualquiera le daría vergüenza.

Nadie, en el sistema de partidos políticos, produce más notas, declaraciones, documentos o análisis que los perredeístas. Pero muy poca gente está en disposición de hacerle caso al PRD, porque carece de coherencia, de respeto y del talante que tienen la obligación de guardar los dirigentes de los partidos políticos.

Si hay un chance de que se pongan de acuerdo, es necesario que lo aprovechen y se junten, y comiencen a enviar mensajes unitarios, pensados y bien sustentados, representando un rol de oposición que le toca en el Congreso, en los ayuntamientos, y en las instancias que tiene la democracia para que los partidos hagan su labor.

Son muchos los temas en los que el PRD es un partido incoherente: Las reformas políticas, la reforma constitucional, la discusión sobre la Barrick, la discusión sobre Loma Miranda, la discusión sobre el presupuesto nacional, y paremos de contar.

Si los dos protagonistas principales, Miguel Vargas e Hipólito Mejía se reunieron y hay oportunidad de que se pongan de acuerdo, sin amarres vergonzosos ni eliminación de derechos de los demás, que lo hagan, y que haya convención el 21 de julio, y que los aspirantes a las posiciones relevantes en ese partido compitan. Incluso, si Miguel Vargas e Hipólito entienden que tienen que proponer un candidato común a la presidencia del PRD, que lo hagan.

Lo demás es espuma democrática, que alimenta la vida de los partidos políticos, porque siempre habrá quejas y gente que entiende que puede pedir más que todo el mundo, porque los derechos adquiridos por el tiempo en una organización como el PRD da esa impresión. Lo que no pueden tolerar es que miembros postizos de la Comisión Política o del Comité Ejecutivo Nacional, que estuvieron y siguen estando con el partido adversario del PRD, tomen decisiones en los órganos del PRD.

Y si ese acuerdo no es posible, entre Mejía y Vargas, que se realice la convención con todas las de la ley, con la oposición de los pocos seguidores que tiene el ingeniero Vargas Maldonado, y si no sirve el Tribunal Superior Electoral Dominicano, porque está claramente al servicio del partido de gobierno, que le interesa profundizar la crisis del PRD, pues que vayan a la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, a la Comisión de Partidos Políticos de América Latina, o a la Internacional Socialista, y que destruyan la idea de que un presidente de un partido lo puede destruir o decidir su destino.

El PRD no tiene otra salida que la unidad. Y si no puede unificarse jamás podrá gobernar o intentar trazar pautas políticas a la nación dominicana. Hemos pasado a un estadio en que los líderes controlan y dominan las siglas de los partidos. Es el caso de Miguel Vargas, y también es el caso de Hipólito Mejía.

Las encuestas hablan del deterioro del PRD, pero ponen en evidencia la fortaleza de Hipólito Mejía. En una contienda entre Leonel Fernández e Hipólito Mejía, en este momento según Penn & Schoen, quien ganaría sería Mejía. Está claro que Mejía no pudo ganar las elecciones del 2012 por los problemas en su propio partido.

Las personas en el PRD con posibilidad de impulsar un entendimiento deben observar todos los ángulos, y mirar quiénes son los actores que dan la percepción de fraccionamiento. Vargas e Hipólito. Esos dos son los que tienen que llegar a un acuerdo.

Una figura creciente y fresca, como Luis Abinader podría participar de estos acuerdos. Es ahora un ente decisorio, pues aunque carezca de la estructura partidaria propia, tiene la simpatía fuera y dentro para fortalecer una candidatura que podría ser decisiva en las elecciones del 2016.

El tiempo está pasando y conspira contra el PRD. Si la crisis continúa ese partido no tendría nada que buscar en las elecciones congresuales y municipales de febrero del 2016 ni en las presidenciales del mismo año. Si no se dan rápido que se olviden del poder.