Este lunes Danilo Medina y Miguel Vargas Maldonado harán el anuncio del acuerdo político al que han llegado para que el apoyo electoral del primer partido creado por Juan Bosch, el Revolucionario Dominicano (PRD) a la reelección del candidato del segundo partido creado por ese maestro de la política dominicana, el De la Liberación Dominicana (PLD) se concretice y tome forma sobre bases firmes.
Danilo Medina, en tanto que candidato presidencial y político, tiene derecho a recibir el apoyo político de las fuerzas que le respalden para las elecciones del 2016. Y Miguel Vargas tiene derecho a apoyar a quien desee. Eso nadie, en su sano juicio, podría discutirlo ni reprocharlo.
Sin embargo, hay una cuestión relacionada con el ejercicio democrático y con la mascarada que se ha montado en el país a partir de las llamadas Altas Cortes, que por la forma en que fueron elegidos sus integrantes parecería que están destinadas a profundizar la crisis del sistema democrático tradicional y no para buscar alguna solución a los problemas de legitimidad que arrastra junto a los partidos desde hace decenios.
El PRD fue la fuerza opositora a Danilo Medina en las elecciones presidenciales del 2012. El PRD obtuvo un 47 por ciento de los votos, con Hipólito Mejía de candidato. Miguel Vargas era el presidente del PRD entonces. Según los partidarios de Mejía y observadores del acontecer político dominicano, en cierta medida Vargas Maldonado no sólo se hizo a un lado en la contienda electoral, sino que actuó contra el candidato de su partido y, en consecuencia, a favor de Danilo Medina. No faltó quien observara una especie de orquestación que pareció dirigida por las instancias “legales” de la política.
Posteriormente, tras las pugnas internas en el Partido Blanco, fallo tras fallo el Tribunal Superior Electoral le entregó el control del PRD a Miguel Vargas Maldonado, pese a representar una minoría dentro de esa organización. Vargas simuló una convención que no pasó de ser una farsa, un montaje, y de nuevo, ante los recursos legales sometidos por Guido Gómez Mazara, el TSE continuó favoreciendo a Vargas Maldonado.
El empresario y Miguel Vargas Maldonado ha negociado permanentemente las decisiones del PRD para su provecho político personal. Los préstamos en dólares del banco oficial no dejan lugar a dudas sobre la forma en que este político y empresario se ha comportado. Incluso, salió a relucir los favores que recibió del José David Figueroa Agosto, el infame capo boricua que se codeó con sectores del poder político y estatal dominicano durante nueve años.
Vargas Maldonado, con su comportamiento, ha representado todo lo contrario de lo que debe de ser un político serio, con una visión de país, dispuesto a impulsar unos determinados programas y planes para hacer avanzar a la República Dominicana, reducir la pobreza y construir una sociedad menos desigual, más justa y equitativa.
Todo esto ocurre en un escenario marcado por la casi desaparición de la oposición tradicional. Vargas ha sido y sigue siendo la antítesis de la tradición del Partido Revolucionario Dominicano. Vargas es la negación democrática de la fuerza política más antigua de la República Dominicana, y del partido que fuera el de mayor liderazgo de masas de toda la historia del país, que contó con los dos grandes líderes democráticos del siglo XX, Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez.
Si la democracia es representativa, y se sustenta en la influencia de la membresía mayoritaria de los miembros de las organizaciones políticas, Vargas es precisamente lo contrario, porque ha secuestrado las decisiones de los organismos del PRD y los ha supeditado a sus dictados personales, con el apoyo del Tribunal Superior Electoral y del Tribunal Constitucional.
A los miembros del PRD que adversaron a Vargas Maldonado no les quedó otro camino que formar una fuerza política diferente. Eso no es democrático ni legal, porque esas personas pudieron seguir siendo parte de un partido político con más de 70 años, al que dedicaron sus vidas, para terminar pasando la vergüenza de ser ex perredeístas en una situación especial, cuando la democracia dominicana más necesitaba del PRD con la esencia que siempre tuvo.
Negociar con la política como se hace con una finca, o con un ventorrillo, es una negación de la democracia. De los políticos se espera cierta consistencia, se espera una ética, se espera una lealtad. Nada de eso está presente en la política de hoy, que se lleva a cabo desde personajes como Vargas Maldonado.
Del presidente Danilo Medina, según sus más fieles seguidores, se esperaba cierto comportamiento, más cuidadoso a la hora de pactar y aceptar apoyos políticos.
En esta ocasión Danilo Medina recoge los rastrojos que quedan de lo que fue el PRD, y se adiciona la alianza de una sigla de la que siempre el PLD renegó como enemigo. Hay que descontar la indigestión por esta engullida, dado que ya el PRD no es lo que era, y que ahora es lo que nunca fue, ni siquiera en sus peores momentos.