¿Se quedaría el Partido de la Liberación Dominicana sin directives en caso de que triunfara la no ratificación de su dirección en el plebiscito que se realizará este domingo, al tiempo que se escoje el candidato presidencial para las elecciones del 2012?
La respuesta es clara: no. Ni el PLD se quedará sin dirección ni quienes afirman que tal cosa ocurrirá están convencidos de que algo así pueda ocurrir, debido a la organización que ha primado en esa entidad política y a que la misma elección ha previsto que la elección de nuevas autoridades sería luego de que finalice el proceso electoral de mayo de 2012.
El problema es que la ratificación de la actual dirección del PLD se produciría por un período de cinco años. Ningún partido político, de tinte democrático, puede darse el lujo de no renovar su dirección ni su cuerpo dirigencial. La renovación del liderazgo político es algo cotidiano, y más cuando se trata de un partido que está en el poder y que tiene la vocación de continuidad.
El Comité Político y el Comité Central del PLD son partes interesadas en este caso. No quieren cambio y aspiran a ser ratificados por cinco años más. Eso atrasa el proceso democrático, impide que la gente con aspiraciones de ascender a los organismos de mando no puedan hacerlo, y perpetúa un liderazgo desgastado, con otras responsabilidades en el Estado. Y esa es una de las debilidades más fuertes del PLD en este momento: que toda su dirección ocupa responsabilidades estatales y es en la práctica subalterna del presidente del partido y presidente de la República.
Esa sumisión es lo que ha convertido al PLD en un partido reeleccionista, con dificultades para adaptarse al impulso de nuevos dirigentes, que no encuentran espacio para crecer. Las encuestas políticas que se han dado a conocer en los últimos meses, Gallup y Penn, Schoen & Berland, dicen claramente que mientras el principal aspirante presidencial del PLD, Danilo Medina, recibe el apoyo del 30% de los jóvenes entre 18 y 24 años, el candidato de la oposición, Hipólito Mejía, recibe el apoyo del 63% de ese mismo grupo etario.
Por tanto, es complicado satanizar, como lo ha hecho la dirección del PLD, el voto por la no ratificación de los actuales directivos del PLD. Si en la boleta del plebiscito se colocaron las dos posibilidades, el sí y el no, ambas debían tener el mismo respeto y el mismo nivel de proyección institucional en los órganos responsables de conducir el PLD.
Presionar por el voto positivo, como lo ha hecho toda la dirección del PLD, es una forma de limitar el voto alternativo y al mismo tiempo una manera de limitar a quienes entienden que es necesario renovar la dirección de ese partido, no ratificando por cinco años más a los actuales dirigentes.
El PLD es uno de los más importantes partidos del sistema, y ha sido una escuela de democracia y de organización. Actuar ahora como lo está haciendo la dirección que sataniza el no y preconiza el sí, representa una negación de su pasado democrático y de respeto a la voluntad de las bases y de sus organismos.