“Extender el acceso es fácil, pero mejorar la calidad no lo es.”

Cuidado con planes y promesas de universalizar a vapor los más variados servicios y programas educativos, porque éstos suelen ser discursos populistas que no conducen a un alto desempeño académico de los educandos y terminan desacreditando el valor y la importancia de la educación como herramienta para el desarrollo integral. La rápida masificación de servicios educativos con frecuencia resulta un uso altamente ineficiente de valiosos recursos, y en ocasiones hasta contraproducente por demagógica. Los recursos disponibles siempre son limitados, y de su óptima asignación depende el éxito de la gestión. La prisa, usualmente políticamente motivada, generalmente conduce al fracaso y la frustración, socavando la voluntad de la colectividad para seguir haciendo el necesario sacrificio de invertir fuertemente en la educación.

En este sentido, la recién publicada investigación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) titulada Los primeros años: El bienestar infantil y el papel de las políticas públicas es un muy valioso aporte crítico al demonstrar rigurosamente que debemos focalizar los servicios de cuidado infantil y educación inicial. Es preciso incorporar primero a los niños más vulnerables y sus familias en programas de muy alta calidad, para así reducir la brecha que sin la oportuna intervención del Estado, seguirá ensanchándose. Debemos garantizar servicios de excelencia para compensar las carencias de los más pobres, dedicando los cuantiosos recursos necesarios para lograr su nivelación antes de iniciar la alfabetización. Esta estrategia es pedagógicamente y económicamente sana, aunque posiblemente signifique un sacrificio político, o por lo menos así lo entienden los populistas.

El acertado comentario de Ariel Fiszbein, director del Programa de Educación del Diálogo Interamericano, resalta precisamente esta contribución de la obra al señalar que:

La parte final del libro nos ayuda a responder la difícil pregunta de qué se debe hacer. En temas como este, solemos escuchar discursos pomposos que hacen un llamado a hacer más, pidiéndoles a los gobiernos grandes inversiones para expandir servicios como si solo eso solucionara los problemas actuales. Los primeros años, por el contrario, asume una posición valiente al considerar la costo-efectividad de otras alternativas. Para aclarar, los autores del libro no dudan que los países latinoamericanos deben invertir más en el desarrollo infantil, y lo enfatizan de manera explícita. Pero también tienen claro que lanzarle dinero al problema no es la solución y que la expansión masiva de servicios, en especial servicios de cuidado infantil, es demasiado costosa y probablemente no tendrá los efectos deseados. A lo largo del libro, los autores enfatizan lo crucial que es reducir las brechas entre los pobres y los menos pobres. Por consecuencia, consideran que es imperativo priorizar la expansión de servicios de alta calidad para los más vulnerables y evitar el llamado frecuente a universalizar los servicios – lo cual en la práctica significaría servicios mediocres para la mayoría de los niños.

El libro es un llamado elocuente a deponer la demagogia tradicional y concentrar los recursos disponibles para elevar con creatividad la calidad de los servicios compensatorios a la población infantil más vulnerable, advirtiendo que:

Destinar el gasto a programas efectivos para la infancia no es caridad. Se trata de una inversión que, si se realiza de manera adecuada, tendrá rendimientos muy altos…. Dado que mejorar la calidad significa sobre todo transformar la naturaleza de las interacciones de los niños con sus padres, cuidadores y maestros, el gasto en infraestructura física por sí solo no es una solución. Los programas de crianza no requieren infraestructura, pero sí dependen de visitadores domiciliarios bien capacitados y rigurosamente supervisados que puedan establecer una relación de confianza con las familias y cumplir un determinado programa con un alto grado de fidelidad. Construir edificios de guarderías de óptima calidad nada aporta al desarrollo infantil si los niños no participan de forma activa, y si no se les motiva y estimula. Reducir el número de alumnos en las clases o entregar computadoras portátiles a los maestros o a los niños no modificará los resultados del aprendizaje si no cambian las experiencias cotidianas que los pequeños tienen en el aula. Extender el acceso es fácil, pero mejorar la calidad no lo es. Esto último entraña un trabajo arduo, mucho más difícil que construir caminos o puentes, y mucho menos popular que inaugurar nuevas guarderías. Implica avanzar lentamente mediante la ampliación de los servicios, sobre todo porque en numerosos países de la región el acceso a las guarderías y a la educación preescolar ya ha aumentado de manera contundente durante la última década.”*

Para apalancar el impacto de la inversión en la educación, primero debemos concentrar esfuerzos y recursos en elevar el desempeño de docentes y facilitadores, al tiempo que focalizar la entrega de servicios de muy alta calidad a la población infantil más vulnerable. Es más difícil, pero mejor. Mejor calidad para los que más necesitan es paradójicamente mejor estrategia- y a la larga, de impacto más democrático-  que diluirse en la rápida masificación populista. Más no siempre es mejor.

*En el enlace a continuación se puede bajar el libro completo y/o el resumen ejecutivo tanto en español como en  inglés: http://www.iadb.org/es/investigacion-y-datos/dia-2015-los-primeros-anos-el-bienestar-infantil-y-el-papel-de-las-politicas-publicas,18093.html  Recomendamos leer cuidadosamente al menos el último capítulo titulado,  La tarea que nos ocupa: no es un juego de niños”.