El presidente Michel Martelly toma juramento hoy en Haití, con el extraordinario desafío de reinventar a su país, luego del terremoto que lo destrozó y que aún mantiene el rostro haitiano lesionado como consecuencia de la carencia de recursos, de institucionalidad y la falta de apoyo efectivo de la comunidad internacional.

Haití debe levantarse del letargo en que se encuentra desde mucho antes del terremoto. El más grave problema de Haití es la división de esa sociedad, y en particular la falta de un acuerdo de las clases políticas.

Haití no solamente es la nación más pobre del hemisferio occidental, sino que también el país más desvastado ecológicamente y el que menos recursos tiene para restaurar su economía. En este caso habría que decir que la gente sigue siendo la “materia prima” fundamental para su progreso y salida de la miseria en que se encuentra.

Haití es reconocida como una nación fracasada, que no ha podido instaurar la democracia, pero que tampoco la dictadura le permitió dar pasos acertados en el plano de la economía. Los Duvalier saquearon Haití y actuaron en su provecho particular.

A la caída de la dictadura, Jean Bertrand Aristide tenía el encargo de democratizar esa nación, de cambiar las reglas del juego, y no quiso hacerlo o no le fue posible, y decidió hacer lo peor en un político: acumular.

Michel Martelly debe trabajar por Haití, pero fundamentalmente deberá unificar su país, como ya lo pudo hacer Nelson Mandela, en peores condiciones. Martelly cuenta con el apoyo de Estados Unidos, Francia y de las Naciones Unidas, que saben muy bien, en detalles, los grandes desafíos a los que se enfrenta el nuevo gobierno haitiano.

Más que recursos, Martelly necesita voluntad política para derrotar la división, el sentimiento de fracaso y de frustración, para devolver la confianza a los haitianos en las posibilidades de su pueblo, para atraer a los que se han ido, con formación y conocimiento, para construir un liderezgo democrático, transparente, no ambicioso y despojado del sentido de violencia que ha martirizado al pueblo de Haití por cientos de años.

Tal vez sea un milagro lo que estamos pidiendo. Muchos países han demostrado que es posible. Que el consenso depende fundamentalmente de la voluntad política de los que gobiernan. Martelly puede hacer algo en esa dirección. Debe tener la capacidad para entender que el poder es transitorio, y que su éxito estará en compartir en poder, no en concentrarlo para su propio provecho y beneficio.